Porque nunca sabes en que momento te llegara el amor...

Tal vez podamos llegar a creer que todo esta escrito... pero el destino juega con nuestras vidas ofreciendonos tantas sorpresas...

18 mayo, 2010

Capitulo 6

Capitulo 6
Odiar Es Fácil Cuando Piensas… Que Te Han Utilizado.

Clarisa asistió como de costumbre a la empresa, solo que esta vez…, se sentía con más ánimos que nunca. Esperaba encontrarse con el hombre del que se sentía profundamente enamorada. Con quien había compartido su cama y que momentos antes… la hiciera sentir que casi podía tocar el cielo.
Al llegar y no encontrar a Alexander, fue en busca de Adriana; la cuestionó al respecto… pero no recibió respuesta satisfactoria. Nadie sabía nada de él. Espero paciente por largas horas, los empleados concluyeron labores, por lo que poco a poco abandonaron la empresa.
Clarisa seguía ahí, esperando… pero fue inútil, pasaron las horas y el teléfono nunca sonó…

La desilusión
Clarisa esperaba una explicación por la ausencia de Alexander. Tenía un gran nudo en la garganta, sentía deseos de llorar…, de gritar… no entendía lo que estaba sucediendo… Recordaba los momentos de su entrega… y el vacío que encontró en su cama al despertar.
Sin explicación… Alexander había desaparecido.
Clarisa decidió buscarlo, pero no tuvo éxito. Al no imaginar lo que realmente había sucedido… no se dio a la tarea de buscarlo en hospitales. La desesperación por no saber nada de él, la hicieron segarse. Sus pensamientos se fueron a los extremos… Se sintió engañada, traicionada… su reacción fue de repudio, se armo de valor… y decidió no derramar una lágrima más… por quien consideraba que la había traicionado…, que había jugado con sus sentimientos.
Mientras tanto en el hospital… Alexander poco a poco mejoraba de su estado de salud.
El mayor problema, era el estado de coma en el que se encontraba.
Alicia, era el nombre de una de las enfermeras a cargo de la recuperación de Alexander. Se había dedicado en cuerpo y alma a sus cuidados. Le parecía que era un hombre bastante atractivo; por tanto… le intrigaba a gran manera, el hecho de que nadie se preocupara por buscarlo. Motivo por el cual, surgió en ella una necesidad imperiosa de atenderlo… y ayudarlo a su pronta recuperación.
Un sentimiento extraño se alojaba en su pecho… ternura, compasión, lastima…, tal vez amor… no lo sabía… Pero estaba decidida a apoyarlo para que lograra recuperarse.

Habían pasado ya tres meses del accidente de Alexander. Pero… no solo en ese hospital existía un dilema, pues a su vez… Clarisa recibió una noticia que hizo dar un giro total a su vida. Su entrega al amor tuvo consecuencias… en su vientre crecía un ser… resultado de aquel momento en que ambos decidieran amarse.

Para Clarisa no había sido nada fácil… sentía que el mundo se le había caído encima. No había vuelto a saber nada de Alexander. Además… para Esperanza, la noticia del embarazo fue muy dura… por lo que resintió en su estado de salud. No obstante a ello… Clarisa decidió llevar a término su embarazo. No le importo lo que la gente pensara… no reparó en murmuraciones…, solo se abocó a la empresa… y a su nueva esperanza de vida. Apenas comenzaba a notarse ligeramente su estado, así… transcurrieron dos meses más. Clarisa se encontraba en su quinto mes de embarazo. Fue sumamente difícil para ella sacar adelante los proyectos; pero al mismo tiempo fue una forma de mantenerse ocupada y alejar a Alexander de sus pensamientos…
Mientras tanto… en el hospital general. Alexander había salido del estado de coma. Los médicos simplemente lo consideraban un milagro. Mas su recuperación aun no era completa, presentaba pérdida de memoria… por ende…, requirió de permanecer un poco más de tiempo en el hospital.
Así comenzó a tratar a Alicia, le estaba muy agradecido por los cuidados y atenciones… que ella tenía para con él. Le parecía que era una persona admirable, por dedicarse tanto tiempo a un paciente que apenas conocía…

Poco a poco la nube en la cabeza de Alexander se fue evaporando… dando paso a ligeros recuerdos. Solo que se sentía confundido… recordaba a sus padres, su infancia y a su difunta esposa. En su mente se proyectaban sombras… e imágenes de la empresa…, así como de Clarisa. Solo que Alexander no podía ubicar ciertamente las cosas. Así, permaneció un tiempo más en el sanatorio. Cuando logró recuperarse totalmente, entendió todo lo que había pasado. Su reacción inmediata, fue ir en busca de Clarisa. Solo que Alexander no imaginó todo lo que había sucedido desde su accidente.

El rechazo.
Tan pronto fue dado de alta, se presentó en la oficina de Clarisa. Se sorprendió mucho al verla casi en la culminación de su embarazo; aunque algo por dentro le gritaba que ese hijo, que Clarisa llevaba en su vientre era de él. La reacción de Clarisa, fue desconcertante para Alexander. Sin miramientos ordenó que lo sacaran de su oficina. No le dio oportunidad de explicar nada… en su corazón se había albergado un profundo desprecio por aquel hombre, del que se sentía traicionada… y utilizada…
Alexander no podía creer lo que estaba sucediendo. El ultimo recuerdo que tenía de Clarisa, era en sus brazos… haciéndola suya. Recordaba el beso con el que se despidiera de ella. Y después… el accidente que lo llevara a pasar ocho meses en un hospital.

En el estacionamiento de la empresa se encontraba Alicia; quien amablemente aceptara llevar a Alexander a su reencuentro con Clarisa. Pero ni siquiera sospechaba, la forma en que fuera tratado… ya estando juntos… se extraño de ver que en el rostro de Alexander, se reflejaban lágrimas de angustia y dolor.
— ¿Por qué llora?... —Preguntó Alicia.
Alexander no podía siquiera concretar palabras, no entendía lo que estaba pasando. ¿Por qué Clarisa parecía odiarlo?... ¿Por qué no lo buscó… y ni siquiera quiso escucharlo? En su mente todavía algo confundida… trataba de ubicar si había algo que el aun no recordaba… y que mantenía a Clarisa en ese estado… de agresividad contra él.
Además… su embarazo… se esforzaba por tratar de recordar algo más… pero fue en vano… nuevamente Alicia le cuestionó:
— ¿Qué le pasa Alexander?... ¿puedo ayudarle en algo?...
Al fin, Alexander respondió:
—Salgamos de aquí.
—Pero… ¿a dónde lo llevo?...
—Yo… me… hospedaba en el hotel Royal. ¿Puede hacerme el favor de llevarme ahí?
Alicia no dudó un solo instante.
—Claro que sí.
Encendió su automóvil y salió rumbo al hotel. Al llegar, Alexander se dirigió a la administración. El gerente lo recordaba muy bien.
—Sr. Que gusto verlo, pero… no me explico ¿Qué pasó?..., ¿Por qué abandono el hotel y no dio señales de vida?... ha pasado mucho tiempo…
—Es una larga historia Frederick.
No es que recordara su nombre… el gafete que el gerente portara, fue lo que ayudo a Alexander.
—Y dígame… ¿En qué puedo ayudarlo Sr. Escalonar?
—Quisiera saber… ¿qué es de mis pertenencias… y cómo quede con ustedes en cuestiones económicas?
—No se preocupe Sr. Una Señorita, muy guapa por cierto. Pago su adeudo. Y me pidió como un favor muy especial, que conservara todas sus cosas, hasta el día en que usted viniera a recogerlas. Aun están en el sótano. Si gusta, mando traerlas enseguida.

Alexander lo pensó por unos instantes… de momento no tenía dinero… no podía optar por quedarse nuevamente ahí. Sabía que al recuperar sus pertenencias, encontraría sus tarjetas de crédito y debito. Pero… aun tenia huecos en su memoria, de momento no recordaba sus claves personales. Alicia lo observaba…, se daba cuenta de su estado de ánimo. Incluso de su gran preocupación y dolor… al instante intervino.
—Alexander, le suplico me permita ayudarlo. No fue nada fácil su recuperación. Si se presenta una recaída, puede ser muy peligroso. Por favor, deje de atormentarse… realmente no sé lo que pasa, pero le ofrezco venga conmigo a mi departamento. Recuerde… soy enfermera… y estoy muy bien enterada de su estado de salud; por lo que sabré que hacer… de presentarse cualquier complicación.

Alexander no pudo despreciar la oferta de Alicia. Después de todo… ella tenía razón.
El comenzaba a sudar excesivamente y temblaba, como si su cuerpo estuviera congelándose. Se apreciaba un color pálido en su rostro.
—Muy bien, iré con usted. No quisiera darle molestias, pero… en este momento no tengo muchas alternativas… le agradezco infinitamente Alicia.
—No hay nada que agradecer… ande, vamos...

Tras recoger las pertenencias de Alexander, se dirigieron nuevamente al coche. Alicia condujo hasta su departamento, que se encontraba algo retirado de la zona céntrica. Alexander hizo una observación al respecto.
— ¡Vaya! está un poco retirado... ¿No le cansa manejar diario, este recorrido?
Con una ligera sonrisa, Alicia le respondió.
—La verdad, ya me acostumbre. Además… no siempre manejo, en algunas ocasiones viajo en bus. Así descanso y a la vez ahorro en gasolina.
Alexander sonrió.
—No sabía que además… de enfermera, fuera economista.
—Bueno, cuando una es madre soltera, aprende muchas cosas… entre ellas a administrarse.

Nunca antes Alexander y Alicia habían hablado de algo personal. Su relación todo el tiempo fue de paciente y enfermera. Fue hasta ese momento que Alexander reaccionó.
—Alicia perdóneme, le he dado tantos problemas… realmente no nos conocemos y sin embargo; usted ha sido demasiado amable conmigo. Primero en mi recuperación… y ahora en esta situación en la que la he involucrado. Además… de no haber sido por usted que arregló todo para que me dejaran salir del hospital.
Alicia lo interrumpió.
—No hay nada que perdonar Alexander, yo solo hago lo que me nace hacer… nunca actúo por obligación. Prueba de ello… es que ahora estoy sola.
En ese instante llegaban al departamento.
— ¡Bien, hemos llegado!... ¡Venga Alexander, pase!...

El departamento de Alicia era pequeño; pero muy acogedor. Tenía exactamente lo necesario para vivir tranquilamente. Una sala pequeña, un comedor para cuatro personas, todo evidenciaba… una familia no muy numerosa.
Apenas habían entrado, corrió a los brazos de Alicia, una linda niña de escasos cuatro años de edad. Una mujer madura salió de la recamar tras la niña.
—Ven para acá Lucy. ¿Qué haces?... Tu mami viene cansada.
—Déjela Toñita. Yo también tengo ganas de abrasarla. ¿Cómo estas mi amor?
— ¡Bien, mami! , ¡Te extrañe mucho!... Mira ven… te voy a enseñar mi trabajo que hice en el kínder.
En ese momento la niña sintió curiosidad.
— ¡Oye mami!... ¿quién… es él?—. Señalando con su dedito a Alexander.
—El… es un amigo hijita y va a quedarse unos días con nosotras.
Doña Toñita los miro de una forma que denotaba intriga. Desde que el esposo de Alicia la abandonara… hacía ya casi dos años. Ella no había vuelto a salir con nadie más… y mucho menos… había llevado a un hombre a su casa.
—Si, Toñita. El señor se llama Alexander y se quedara unos días en esta casa.
La mujer bajó la cabeza, entendió que ella no debía entrometerse en las decisiones de Alicia.
—Señora disculpe, ya tengo que retirarme.
—Muy bien, la veo pasado mañana. Y muchas gracias por cuidar de mi hija.
— ¿Qué agradece señora?... Sabe que lo hago con mucho gusto, Lucy es una niña encantadora.
Toñita se despidió de Alicia, de Lucy e incluso de Alexander.
—Con su permiso Sr.
Era obvio que la mujer sentía desconfianza de ese hombre. Se había encariñado tanto con Lucy y Alicia, que las consideraba su familia. Para Alexander no pasó por desapercibido.
—Alicia que pena, en verdad no quisiera darle molestias.
—No se preocupe más, ande… póngase cómodo.
Lo invitó a sentarse en un sillón de la sala. Tomó sus maletas y se encamino hacia una de las recamaras. Alexander pudo observarla desde donde se encontraba sentado. No podía entender ¿Por qué esa mujer lo ayudaba de tal manera?... Alicia volteó hacia Alexander.
—Esta va a ser su recamara los días que guste estar con nosotras. «Los días que guste estar con nosotras»… —Esas palabras acababan de salir de boca de Alicia. Estaba invitando a un hombre extraño a su casa. No lo conocía de su pasado… pero el tiempo que lo trató en el sanatorio, le bastaba para saber que no era una mala persona… o, al menos… es lo que ella quería creer.
Alexander nuevamente le agradeció con una tierna sonrisa
—Mamá… ¿Vas a venir a ver mi trabajo?
—Ya voy, haber mi chiquita, muéstrame lo que hiciste.

Por unos instantes Alexander se quedo solo en la sala. El cansancio y las secuelas de su enfermedad, lo llevaron a quedarse dormido en el sofá; que en esos momentos le parecía muy cómodo y acogedor.
Por la hora que era Lucy ya había merendado… por lo que después de un rato de juegos se quedo dormida. Alicia la arropó y salió de la recamara, tratando de no hacer ruido.
Le pareció muy conmovedor encontrar a Alexander dormido como un niño desprotegido.
Se acercó a él observándolo por unos instantes… no pudo evitar un suspiro… El estaba en su casa, dormido en su sofá. Y ahora dependía tanto de ella.
Alicia contaba ya con treinta años de edad, no era muy bonita, pero… había una gracia natural en ella. Además… inspiraba mucha confianza y tranquilidad.
No fue capaz de despertar a Alexander, prefirió dejarlo ahí dormido. Mientras tanto… ella decidió quitarse de encima, el estrés de todo un día de trabajo. Tomó un baño para reconfortarse, después se vistió con ropa ligera… de descanso. El sostén que llevara puesto debajo de la blusa de seda, era de encaje, en un color rojo vivo, que lucía muy bien en su piel blanca.
Al salir del cuarto de baño se encontró con Alexander.
— ¡Oh… me asusto!...
—Perdone Alicia, no era mi intención.
—No se preocupe. ¿Le pasa algo Alexander?...
—No, solo que me siento algo mal.
—Haber… déjeme tomar su temperatura.
Alicia busco en su maletín, preparó el termómetro y lo colocó debajo del brazo de Alexander. No era la primera vez… que lo hacía, más bien… fue su tarea durante varios meses en el sanatorio.
Solo que ahora el estaba en su casa, a su lado…, sin el personal médico desfilando por todos lados… se sintió un poco nerviosa. Alexander pudo notarlo.
— ¿Te pasa algo Alicia?
— ¿A mi…? No… no me pasa nada…
Dejó el termómetro por unos instantes… para después nuevamente tomarlo y leer la temperatura de Alexander.
—Bien… tienes algo de fiebre… necesitamos bajar esa temperatura; báñate mientras yo busco los medicamentos que debes tomar.

Alexander la obedeció al instante, como si hubiese sido una orden. Tomó de su maleta algo de ropa cómoda. Y se dispuso a tomar la ducha. Después de pasar buen rato bajo el agua de la regadera, concluyó su baño y Salió en busca de Alicia. Ella… lo esperaba en el desayunador.

—Estos son tus medicamentos; pero…tal vez… prefieras cenar primero. Te preparé un bocadillo.
—Ya no me hablas de usted.
—Perdón — Alicia se disculpó.
—No. ¿Por qué te disculpas? Me agrada mucho que lo hagas, de hecho… yo comencé desde hace un rato, por si no lo notaste…
—Es verdad, tal vez… por eso surgió la confianza. Pero… anda siéntate y cena antes de que se enfríe.
—Mira que con tantos cuidados y atenciones… me vas a mal acostumbrar… Pero en verdad te lo agradezco mucho.
Alexander tomó las manos de Alicia y las llevó a sus labios, para luego dar un tierno beso… a manera de agradecimiento.
Alicia se sintió estremecer… ese delicado beso en sus manos, fue algo que nunca espero recibir… tenerlo tan cerca, con sus manos en las de él… y esa mirada de Alexander, provocaron que un calor recorriera todo su cuerpo.
El encaje de su sostén y la seda de su blusa, no fueron suficientes para ocultar sus pezones erguidos por la excitación que Alexander provocaba en ella.
No era la primera vez que le pasaba algo así con Alexander; pero su traje de enfermera y su chaleco, siempre le ayudaron a ocultar tal reacción. Esta vez Alicia no llevaba tal, vestimenta… por lo que Alexander pudo observar claramente… como se alzaban sus pezones, de una manera muy insinuante… ambos optaron por ignorar la situación.

—No… haz probado bocado Alexander, cena por favor.
Alexander se quedo en silencio… y comenzó a saborear el platillo que Alicia le había preparado.
— ¡Cocinas excelente!—. Exclamó Alexander.
—Gracias… pero aun te falta mucho por conocer de mis platillos. Esta mal que yo lo diga… pero tengo fama de ser muy buena cocinera. —Ambos comenzaron a reír.

—Y bien… ahora tú postre Alexander. —Alicia le acercó los medicamentos. La mirada de Alexander fue de asqueo.
—Ya sé que los odias; pero… pronto vas a dejar de tomarlos. Por ahora los necesitas… mira como te pusiste hoy. Aunque más bien… creo que fue por la tensión que te provocó la visita que realizamos esta tarde. ¿Qué fue lo que pasó?... Disculpa que me inmiscuya en tu vida. Pero… me gustaría saber… ¿qué fue lo que te altero tanto?... y sobre todo… ¿qué te hizo llorar de esa manera? —Inconscientemente… Alicia pasó su mano por el rostro de Alexander, como si tratara de borrar la expresión de angustia que en él existía.
—Perdona Alexander. —Al momento se disculpó.
—No Alicia, soy yo quien debe pedirte disculpas por arrastrarte a mis problemas…
Apenas me conoces, me has dedicado tanto de tu tiempo y ahora mírame… en tu casa, dándote más molestias…
—No es así…, ya deja de preocuparte. Concéntrate en tu recuperación y recuerda que para mí es un gusto poder ayudarte. Te vi entrar al hospital, casi al borde de la muerte. Te he visto recuperarte… y creo que si luchaste tanto por aferrarte a la vida… lo menos que puedes hacer ahora, es valorar que lograste vencer a la muerte.
Si por ahora aun estas aquí, lo más probable es que aun tengas mucho que hacer… mucho por dar… y recibir. No te cierres a las oportunidades Alexander…
Las palabras de Alicia lograron entrar en lo más profundo de los sentimientos de Alexander. No sabía exactamente lo que contenía ese mensaje; pero él comprendió que no podía darse por vencido, que tenía que hablar con Clarisa; aclarar todo lo sucedido y así… revivir el amor entre ellos.
Después de terminar la cena, Alexander agradeció a Alicia y ambos se retiraron a descansar.
— ¡Hasta mañana Alexander!...
— ¡Que descanses Alicia!...

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