Capitulo 2
La Primera Impresión Jamás Se Olvida…
Clarisa se interno en su habitación, se sentía muy cansada… pero realmente no pudo conciliar el sueño. El recuerdo de la forma en que conoció a Alexander, la hacía mantenerse despierta…, fue hasta altas horas de la madrugada que pudo quedarse dormida.
No se dio cuenta del tiempo que había pasado… parecía que la cuestión de tiempo…, estaba resultando ya no ser importante para Clarisa.
Cuando despertó, miro el reloj que marcaba las 07:55 a.m. Clarisa salto de la cama… sabía que era muy tarde para arreglarse. Rápidamente se dio una ducha…, tomó lo primero que encontró para vestirse no reparo en combinar su vestimenta… solo pensó en lo tarde que era…
Bajo con rapidez la escalera…, corría por aquí y por allá… recogiendo su bolso, chaqueta, documentos y demás… tomó un vaso de jugo, ordeno el desayuno para su madre, se despidió y salió apresurada con rumbo a la oficina.
Al llegar… encontró en la puerta a Alexander, quien lucía un traje gris claro. Su camisa, su corbata, todo parecía estar en armonía. Clarisa se apenó al percatarse que no estaba tan bien presentada… se encogió de hombros y procedió a saludar a Alexander, tratando de no dar mucha importancia a los hechos.
Ambos entraron a las instalaciones de la empresa, Clarisa delegó responsabilidades y se encargo personalmente de mostrar a Alexander su empresa. Juntos recorrieron pasillos, oficinas y demás. No se habían dado cuenta que los empleados los miraban con algo de curiosidad…
Al percatarse de ello… Clarisa organizó una junta para presentarlo y dar a conocer su nuevo puesto en la empresa.
Al reunir al personal, Clarisa fue breve… anuncio la llegada de Alexander Escalonar. Y lo proclamó como el nuevo jefe inmediato. Pudo observar como las empleadas secreteaban y murmuraban… sin perder de vista a Alexander.
Clarisa dio por terminada la imprevista reunión… y prosiguió para terminar el recorrido de la planta. Al llegar a su oficina Clarisa llamó a su secretaria. Le ordenó a Adriana acondicionar una oficina para Alexander.
Adriana era una joven muy simpática, de apenas veinte años de edad. Recién la habían contratado.
Clarisa sintió un poco de molestia al darse cuenta de la mirada de Adriana. Pues era obvio… que Alexander había causado admiración… en más de una mujer en la empresa. A su vez… Alexander, no podía dejar de observar a Clarisa. Al voltear nuevamente la mirada hacia Alexander, descubrió que él la observaba con algo de asombro y admiración…
— ¡Qué pasa…? —Preguntó Clarisa—. ¿Por qué me vez así…?
—Así… ¿Cómo…?
—No lo sé… contéstame tú.
— ¿Siempre tienes que cuestionar tanto a la gente que te rodea o, es solo conmigo?
Clarisa se sintió apenada. —No. Disculpa, no es mi intención estar siempre a la defensiva, pero comprenderás que ahora estoy un poco afectada por la muerte de mi padre y no me resulta tan fácil confiar en la gente; temo que piensen que soy débil… y así alguien… cualquier persona intente aprovecharse de mí.
— ¡No temas… y menos de mí!... Por favor te pido que aprendas a confiar… no voy a dañarte.
Antes al contrario… me gustaría mucho que me permitieras ser algo así… como tu protector.
Clarisa sonrió… y no pudo evitar sonrojarse. Al momento preguntó:
— ¡Dijiste mi protector…? ¿Algo así… como un súper héroe? , ¿Acaso… tienes súper poderes?
Alexander denoto un poco de enfado.
— ¿Te burlas de mí, te parece gracioso que mi intención sea protegerte?
— No. Claro que no…y nuevamente discúlpame… creo que hasta ahora solo he tenido que pedirte disculpas, pero la verdad es que no acabo de entender tu interés… saliste de la nada, mi padre nunca hablo de ti… y ahora yo misma no entiendo… ¿Como pude nombrarte jefe inmediato? Por si no te diste cuenta los empleados murmuraban.
Solo Dios sabe que estarán pensando… nunca se hizo nada precipitadamente en esta empresa. No me gustaría que comenzaran a rumorear cosas inciertas… o, que los empleados entraran en pánico, por creer que no voy a ser apta para dirigir este negocio que le costó a mi padre tantos años de lucha y esfuerzo; y que por tanto tiempo se ha mantenido estable y como fuente de trabajo para toda esta gente.
—Clarisa perdona; pero la única persona que muestra pánico e inseguridad eres tú. Mira a tu alrededor… existe el pesar del fallecimiento de tu padre, pero la gente te conoce y confía en ti.
Realmente demuestras capacidad… pude percatarme de ello cuando dirigías la reunión… y la forma con que dispones y diriges a tus empleados. Es por eso que te observaba… cuando me golpeaste con una mirada tan fría y dura. Y después… me interrogas de una manera, que casi me sentía en el banquillo de los acusados. Yo… solo no podía dejar de admirarte.
Clarisa sintió una opresión en el pecho, un calor recorría todo su cuerpo, las palabras de Alexander la quemaban desde lo más profundo de su ser. Nunca nadie la había hecho sentirse de tal manera, le había dedicado tanto tiempo al estudio que se olvido de novios.
No quería distraerse y sin darse cuenta el tiempo ya se había venido encima. Ahora…, había dejado de ser una joven adolescente, convirtiéndose en una mujer inexperta a las cosas del amor.
Con aquellas reacciones…Clarisa comprendió que Alexander despertaba en ella sentimientos que desconocía y que a la vez… la intrigaban y la llevaban a cambiar bruscamente de color… sus mejillas se enrojecían, como si el calor que sentía por dentro, fuera como un fuego queriendo brotar…y ser extinguido.
Alexander pudo darse cuenta de la reacción de Clarisa… comprendiendo que era tiempo de darle un giro a la conversación.
—Y dime Clarisa… ¿Para cuando tienes programado la próxima reunión con inversionistas?
Clarisa salió de golpe del mar de sensaciones en el que se encontró hundida por unos instantes.
— ¿Decías…? Ha… Si… en diez días aproximadamente…
Clarisa y Alexander se despidieron para refugiarse cada uno en su respectiva oficina. Al quedarse sola, Clarisa ordenó a su secretaria no ser molestada. Se reclinó en el sofá... y comenzó a repasar los momentos desde la llegada de Alexander. Cerró los ojos y con claridad recordó cada instante…, cada palabra…, cada expresión. Por esos momentos se olvidó de todos los pendientes… se dedicó a relajarse. El tiempo pasó sin que pudiera sentirlo… pareciera que se encontraba en un sueño del que no quería despertar.
Se sonreía y hacía gestos propios de sus recuerdos. Parecía que nuevamente vivía esos momentos... en eso y más pensaba… cuando fue interrumpida por unos fuertes golpes en la puerta, acompañados de gritos.
Era Adriana… que con desesperación… llamaba a Clarisa; Misma… que se incorporo molesta por la forma en que fue arrancada de sus pensamientos.
— ¿Qué pasa Adriana…? Te ordené no ser molestada… ¿A que se deben tus gritos…?
— ¡Señorita, una empleada resbaló por la escalera y esta inconsciente!...
— ¿Cómo es posible, llamaron al servicio médico?
—Sí, Ya los llamé.
— ¡Muy bien!… vamos a ver qué pasa.
Cuando Clarisa llegó a la escena de los hechos, la chica volvía en si… y el servicio médico se encargaba de la situación.
En breves momentos fue llevada al hospital, para recibir la atención necesaria.
Clarisa se dirigía a la oficina, cuando Alexander la sorprendió en el corredor.
— ¿Qué pasa…? , ¿Por qué estas tan alterada…?
—Una chica se cayó y quisiera ir al hospital; me gustaría encargarme personalmente, de que reciba la debida atención.
— ¿Me permites acompañarte?
—Claro, te lo agradecería mucho. En estos momentos no tengo ánimos de manejar, pensaba pedir un taxi; realmente estoy muy alterada. Por favor adelántate, recojo mis cosas y te alcanzo en el estacionamiento.
Alexander como todo un caballero, abrió la puerta del coche para dar paso a Clarisa y al momento le pidió que lo guiara camino al hospital. Al cabo de un rato de trayecto… llegaron al centro médico. Clarisa se acerco al modulo de información y preguntó sobre el estado de salud de su empleada.
Afortunadamente la chica era joven y gozaba de buena salud… por lo que la caída, no afecto a gran manera.
Clarisa pidió pasar a verla. Después de verificar que todo estaba bajo control, le pidió a Alexander le hiciera favor de llevarla de regreso a su casa.
Camino a casa de Clarisa, ambos permanecieron en silencio… parecía que temieran decir algo inapropiado.
Al llegar… Clarisa observo detenidamente a Alexander. Su mirada era benevolente…, como de agradecimiento y a la vez…, de admiración.
Alexander rompió el silencio.
—Pues bien… señorita. Servida, la dejo en su casita… y que descanse.
—No. Espera… ¿Te gustaría quedarte a cenar?...
Parecía que Clarisa no quería perder un momento a su lado. La invitación fue muy oportuna… Alexander aceptó con gusto.
— ¡Oh…! Pero… la cocinera pidió permiso para retirarse hoy temprano. ¿Qué vamos a cenar?
Alexander respondió con una sonrisa por demás seductora.
— Soy un excelente cocinero, no te preocupes… yo me hago cargo. Claro, si tú me lo permites…
Al momento entraron a la casa. Esperanza ya se encontraba dormida. Clarisa subió a verla y pudo notar que estaba en un sueño profundo… trato de no hacer ruido para no despertarla. Cerró la puerta de la recamara y bajó para hacer compañía a Alexander, quien hacia alarde de sus grandes habilidades como cocinero.
— ¡Mm...! ¡Huele delicioso!...
—Como veras me he apoderado de tu cocina.
—Ya veo y me resulta muy agradable. A mí la verdad, no se me da mucho el gusto por las artes culinarias.
—Pero aquí estoy yo al rescate, como te lo dije antes.
—Ya lo sé, hoy fuiste muy amable al acompañarme al hospital, y ahora mírate, cocinas para mí. Y al parecer lo haces delicioso.
— ¡Si, lo hago delicioso! —. Respondió Alexander en un tono malicioso.
— ¿Cómo dices?
Alexander agradeció el cumplido, tomó a Clarisa de las manos, y la llevo al comedor, desviando la respuesta a la pregunta de Clarisa. Se encargo de servir la mesa y le ofreció una copa de vino. Clarisa se mostró sorprendida.
—Vaya… ¿Y tu como sabes donde están los vinos?
—Como veras soy muy observador… y no es lo único que descubrí. También pude darme cuenta que tienes una colección de muñecas.
— ¡Qué pena…! , ¡Pensaras que aun me creo una niñita!...
— ¡Claro que no!... pero cuéntame… ¿De dónde se originó el inicio de tu colección?
—Hace muchos años mi padre viajó a Filipinas por asuntos de negocios…, me trajo seis muñecas hermosas. De ahí inicio todo… ahora las conservo para regalárselas a mi primera hija. Hace mucho tiempo que no agrego ya ni una sola muñeca; pero bueno…, creo que ya son suficientes.
—Nunca nada es suficiente cuando te provoca satisfacción —. Respondió Alexander, tomándola de una mano. Clarisa sintió estremecerse al escuchar la voz de Alexander en un tono bajo y tan cerca de ella. Tuvo que alejarse rápidamente, le resultaba muy difícil permanecer cerca de él. Su corazón latía fuerte y rápido, parecía un caballo desbocado… como si fuera a salirse de su pecho.
—Alexander, tengo que agradecerte todas tus atenciones, desde que llegaste has sido muy amable conmigo. Y ahora que me acompañaste al hospital demostraste que realmente quieres estar al pendiente de mí. Pero… ¿tan comprometido te sientes con mi padre?
—Es mucho el agradecimiento y honro la memoria de tu padre; pero no es precisamente lo que me mueve a permanecer en tu empresa y cerca de ti.
Al escucharlo… Clarisa trato de preguntar a que se refería… entonces Alexander llevó su dedo índice hacia la boca de Clarisa.
—No preguntes tanto, solo confía en mí. Y ahora tengo que irme, ya es muy tarde.
— ¡Espera Alexander!... ¿Te… pido un taxi?
— ¡Gracias…! , ¡Que amable Clarisa!...
—No es nada… solo quiero que mi protector salido de la nada, llegue con bien a su destino.
— ¿Debo considerarlo como un cumplido…? Bueno… viniendo de ti. Creo que si es un cumplido y lo agradezco infinitamente.
— ¡Vaya… que eres adulador!...
— ¡Creo que llego mi taxi!... ¡Me voy!... ¡te veo mañana en la oficina Clarisa!...
— ¡Esta bien!... ¡Qué descanses… y gracias de nuevo!...
Alexander subió al taxi y se alejó…, dejando en Clarisa una mueca de regocijo. En su mente se revivían uno a uno los momentos que compartieron juntos, no podía dejar de pensar en Alexander y en la manera de cómo ella, se dejaba guiar por él.
Clarisa siempre fue muy independiente… y ahora se mostraba tan dependiente de un hombre al que apenas conocía. Además…, existía la intriga, ¿Por qué él quería protegerla…? ¿Que era eso… que guardaba para sí mismo?...
18 mayo, 2010
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