Porque nunca sabes en que momento te llegara el amor...

Tal vez podamos llegar a creer que todo esta escrito... pero el destino juega con nuestras vidas ofreciendonos tantas sorpresas...

18 mayo, 2010

Agradecimiento

Hola, soy yo Blanca Sosa, la autora de Amarte es mi destino.
Para mi es un honor tenerte de visita, en verdad espero que disfrutes de esta mi primer novela del género rómantico-erótico.
Me gustaria mucho que dejaras tu comentario y si puedes agregarte como seguidor y llenar la encuesta estaria genial...

Me despido enviandote un beso y un fuerte abrazo.

Hasta pronto.


Nota: Todos los derechos de esta obra se encuentran protegidos ante el indautor.

Intro

Motivando la lectura… para que no se pierda el encanto, por leer una historia romántica y apasionada… porque siempre existirá una mujer enamorada… les dejo mi inspiración:” Amarte es mi destino”
Monterrey Nuevo León a 16 de noviembre de 2009 Con todo mi cariño para mis hijos, mi esposo, mi madre, mis hermanos y, a todas esas personas que forman parte de mi vida… porque siempre estarán en mi corazón… Los amo.
Esperando la lectura de la presente sea de su total agrado:

Blanca Sosa.






La puerta se estaba abriendo… Clarisa se encontraba sola en la oficina. Sufría por la reciente muerte de su padre… Estaba a punto de golpear a la persona que estaba por entrar…Al verlo… le sorprendió saber que se trataba de Alexander Escalonar… un amigo de su padre. Pero… él era muy joven, para ser amigo de su padre.
Al poco tiempo de tratarlo… comprendió que se sentía atraída por ese hombre… Pero… realmente ¿Quién era él?..., ¿Que era lo que buscaba en Colombia?..., ¿Sería acaso el hombre que por tanto tiempo había esperado?…, ¿Acaso sería el la persona que viviría con ella para siempre?...
Alexander huía de algo… o, tal vez… estaba en busca del amor… pero… será Clarisa el amor de su vida. Terminara por confesarle que él la ama… o tal vez…




El destino les tiene deparada una sorpresa

Sinopsis

Sinopsis:


Clarisa Fernández, una reconocida Arquitecta queda al frente del negocio familiar; tras la reciente muerte de su padre. Mientras se encuentra sola en su oficina, recibe la visita de un hombre llamado Alexander Escalonar; Que dice ser amigo de su padre.
Le sorprende ver que es mucho más joven que su padre y aunque desconfía de él, Clarisa termina por aceptarlo en la empresa, nombrándolo jefe inmediato.
Al poco tiempo descubre que se siente atraída, por ese hombre que recién había conocido. A su vez… Alexander termina por confesarle a Clarisa que se enamoró de ella, a través de un retrato que le mostrara su padre, el día en que se conocieron, y a raíz de la muerte de su esposa siente que puede aspirar a conquistarla.
Pero… parecía que el destino se había ensañado con ellos. Después de que Clarisa se le entregara en cuerpo y alma… sucede un accidente, que lleva a Alexander a permanecer en coma, y posteriormente a una pérdida de memoria temporal.
Durante su estancia en la clínica conoce a Alicia, una enfermera que se dedica a sus cuidados… Cuando recupera la memoria el primer impulso es buscar a Clarisa. Se sorprende de encontrarla en un embarazo casi a término. Pero ella lo rechaza, sin aceptar explicaciones… esto lleva a Alexander a pedir nuevamente ayuda a Alicia. Quien le ofrece su apoyo incondicional y lo invita a pasar un tiempo en su casa.
Sin proponérselo surge entre ellos una atracción que cambiará por completo sus vidas…

Capitulo 1

Capitulo 1
Todo Comienza Cuando Menos Lo Imaginas, Pero Nunca Sabes Realmente Lo Que Pasará…
Era una tarde de invierno… Clarisa no podía soportar el gran pesar que había en su corazón. Apenas habían pasado tres días de la muerte de su padre. A sus veintisiete años, Clarisa sentía un mar de responsabilidades cargando en sus hombros. Siendo una brillante Arquitecta se había involucrado ampliamente en los negocios de su padre.
Se desenvolvía astutamente y lograba, prácticamente todo lo que se proponía en el ámbito laboral. No obstante a ello, al perder la figura paterna temía no poder seguir adelante con el negocio familiar. Pensaba en su madre, con quien aún vivía. Se había dedicado tanto al estudio y después al trabajo, que parecía que no se daba cuenta que el tiempo estaba pasando.
Al contar ya con algo de edad… su rostro no era el de una niña, más bien reflejaba un poco de amargura y dureza en su mirada.
Clarisa no podía dejar de preocuparse por el futuro de su madre; quien ya entrada en edad… constantemente sufría de achaques y dolores propios de la vejez. Todos los cuidados y atenciones que se le pudieran dar, eran insuficientes para Clarisa; quien siempre estaba al pendiente de ella. En eso y más pensaba… cuando escucho un ruido que la hizo salir de sus pensamientos… Clarisa no pudo evitar sentir temor… la puerta de la oficina se estaba abriendo… era ya tarde y ella se había quedado sola a terminar unos asuntos pendientes. Sin pensarlo tomó un palo de golf que perteneciera a su padre, se puso en plan de ataque…, decidida a todo… pensaba que algún ladrón o maleante, había entrado con el fin de robar y pudiera atacarla…
El encuentro.
En efecto… alguien estaba entrando en su oficina; pero…no parecía ningún maleante, más bien parecía un apuesto caballero al rescate de su amada damisela…
Cuando Clarisa lo vio… titubeo… no sabía que decir. A su vez… el hombre se sorprendió sobre manera al percatarse de la postura de Clarisa. Al momento la cuestiono:
— ¿Qué pasa…? ¿Acaso va a golpearme con ese palo de golf…?
Clarisa pudo notar su postura y se sonrojó… bajó la guardia; pero de pronto recapacitó retomando su postura… tan valiente como una guerrera con voz firme le preguntó:
— ¿Quién es usted…? , ¿Por qué entro hasta aquí…? , ¿Qué desea…?
— ¡Tranquilícese!... vengo en son de paz… mi nombre es Alexander Escalonar. Soy… más bien fui… amigo de su padre. Me entere de lo sucedido y he venido a dar el pésame a la familia. Pero ahora dígame usted una cosa… ¿Me va a golpear…?
Nuevamente Clarisa se percato de su postura de ataque y bajó rápidamente la guardia.
— ¡Perdone!... —Se disculpo al saber que ese hombre era amigo de su padre. Pero… al mismo tiempo se cuestiono a sí misma. —«Es muy joven para ser amigo de mi padre» —. Y en su momento no perdió oportunidad de indagar sobre la supuesta amistad de la que hablaba el Sr. Escalonar.
—Y dígame Alexander… ¿Dónde conoció a mi padre…? ¿Qué tipo de amistad lo unía a él…?
Alexander sonrió, no pudo evitarlo, nuevamente era cuestionado sobre manera.
Clarisa sintió un vuelco en el pecho al percatarse que sentía atracción por ese hombre, que recién conocía.
—Aun no me ha contestado.
—Pues… bien señorita; hace tiempo su padre viajo a New York… coincidimos en el aeropuerto. Yo sentía gran nerviosismo… se trataba de mi primer junta de negocios. Su padre notó mi estado de ánimo, entablamos conversación… y descubrimos que ambos nos dirigíamos al mismo lugar, pues yo también soy Arquitecto.
Así… decidimos tomar el mismo taxi. En el trayecto su padre comenzó a darme algunos consejos… en verdad que fue como un milagro encontrarlo en mi camino. Realizamos algunos trabajos juntos, después de aquel encuentro.
Posteriormente su padre me invito a formar parte de su empresa, aunque me sentí muy alagado por la oferta, no pude aceptarla. Mi esposa que en paz descanse… en ese tiempo pasaba por la etapa más difícil de su enfermedad… el cáncer acabo con ella y también con parte de mi vida.
Clarisa sintió un nudo en su garganta, no pudo soportar más y las lágrimas rodaron por sus mejillas.
— ¡Perdón!…, de nuevo le pido disculpas. No era mi intención…, yo no sabía…
—No se preocupe, todo está bien… ahora trato de vivir el presente. Aunque el pasado se queda siempre en nuestra mente… y en nuestro corazón… Perteneciendo precisamente a eso… al pasado.
— ¡Dios mío! —Exclamó Clarisa —. No me percate de lo tarde que es… mi madre debe estar desesperada. Disculpe Alexander, tengo que irme. ¿Tiene usted dónde hospedarse…?
—Sí, esta tarde al llegar… me hospede en el hotel Royal.
Clarisa dudó…, pero al final sin pensar le pregunto:
— ¿Le gustaría… acompañarnos a cenar a mi madre y a mí?
—Bueno… si me encantaría; pero ni siquiera sé cómo se llama usted. Aunque por su padre supe que tenía una hija llamada Clarisa. Me supuse que era usted cuando la vi. Pero… no esperaba encontrar a una mujer armada dispuesta a golpearme.
Clarisa sintió un ardor en sus mejillas… era inevitable sentir una ráfaga de calor al contacto de la mirada de Alexander. Le apenaba tanto la actitud que tomara a su llegada…
Sin más… salieron de la oficina dirigiéndose al estacionamiento donde se encontraba el coche de Clarisa.
— ¿Tiene usted coche Alexander?...
—No, Llegue en avión y me he trasladado en taxi. Realmente Salí de mi tierra con deseos de no volver… quiero dejar mi pasado enterrado. Llegue con la ilusión de continuar con los proyectos de su padre; de ayudarla…, si usted me lo permite.
Clarisa se quedo sin palabras… no podía creer que de la nada… llegara un hombre diciendo ser amigo de su padre y que además… pretendiera trabajar a la par con ella. Permaneció por un momento sin hablar…, pensativa… de pronto reacciono…
—Vamos en mi coche. Yo…, es decir… lo invite a cenar… ¿Recuerda…?
—Sí, lo recuerdo y además…, le agradezco infinitamente. La verdad… no he probado bocado, me muero de hambre.
La mirada de Clarisa delató pesar…
—Perdón… ahora soy yo quien se disculpa, se que esa palabra ahora la perturba…, pero le aseguro ya pasara… aprenderá a vivir soportando el dolor de esa gran perdida.
— ¿Usted… ha superado la pérdida de su esposa?
— No. Tal vez… por eso dejé definitivamente… todo lo que me unía a ese recuerdo.
—Y dígame… ¿tuvieron hijos…?
—No. El cáncer en la matriz…, le imposibilito el poder concebir; pero fue mejor así… Yo no habría podido solo con esa gran responsabilidad.
—Lo entiendo… y creo que solo Dios sabe porque pasan esas cosas… y ahora vamos, ya es muy tarde.
El camino hacia la casa de Clarisa transcurrió con interrogatorios de ambos… como si los dos tuvieran gran deseo de conocer más…, acerca el uno, del otro…
Al llegar a su casa… Clarisa lo invito a pasar con gran confianza… como si lo conociera de muchos años. Alexander se sentía feliz de iniciar una amistad con Clarisa, lo dejaba ver… en la expresión de su rostro.
A sus treinta y cinco años; Alexander tenía toda la vitalidad y sensualidad… de un hombre sano…, deportista, dedicado al trabajo… y buenas costumbres… Aunque un poco dañado del alma por el sufrimiento de haber vivido la enfermedad de su esposa. Y ver como la vida se le escapaba de las manos… sin que él pudiera hacer nada por evitar el fatal desenlace…
La madre de Clarisa salió a recibirlos… no se sorprendió al ver a Alexander, sabía que sería alguna amistad… o compañero del trabajo. Lo que si llego a sorprender a Esperanza, fue el entusiasmo que había en la conversación de su hija y ese hombre. Clarisa y Alexander intercambiaban miradas… y se dejaban escuchar discretas risas de ambos. Aunque el gran pesar que había en sus corazones… no dejaba de reflejarse en sus rostros. Alexander parecía tener un gran nudo en la garganta…, pasaba saliva con dificultad… hacía tiempo que no se daba el gusto de compartir mesa.
Clarisa bajaba la mirada como no queriendo demostrar que la compañía de Alexander le era muy grata. Pasaron los minutos… después de la cena, hicieron sobremesa. Clarisa notifico a su madre sobre los antecedentes de Alexander y los planes de trabajar en la empresa.
Esperanza agradeció las intenciones de Alexander y al cabo de un rato aviso que se retiraba… pues ya se encontraba muy cansada.
—Bueno… fue un placer conocerlo Alexander; pero sobre todo… saber que apoyara a mi hija en la empresa, ahora que su padre ya no está con nosotras. Comprenderá que para ella sola sería muy difícil. —Esperanza se sentía abatida… pero trataba de mostrarse fuerte, para no preocupar más a Clarisa.
Alexander pudo notar la angustia en la mirada de Esperanza, sin pensar… la tomó de la mano y apretándola ligeramente, la miro a los ojos…y le dijo de una manera muy segura…
— ¡No se preocupe…! , ¡Yo estoy aquí…! —. Esperanza le sonrió brevemente… y después de dar las buenas noches..., se retiró a descansar.
Alexander también opto por despedirse… no sin antes acordar reunirse en la oficina muy temprano… al día siguiente.
Tomó un taxi para dirigirse al hotel en donde se encontraba hospedado. Cuando Clarisa lo observo retirarse suspiro profundamente… tal vez… era un suspiro que se encontraba alojado en su pecho, deseando escapar…, desde hacía unos momentos antes; pero que evitaba por no delatar el mar de sentimientos que se provocaban en todo su ser.

Capitulo 2

Capitulo 2
La Primera Impresión Jamás Se Olvida…

Clarisa se interno en su habitación, se sentía muy cansada… pero realmente no pudo conciliar el sueño. El recuerdo de la forma en que conoció a Alexander, la hacía mantenerse despierta…, fue hasta altas horas de la madrugada que pudo quedarse dormida.
No se dio cuenta del tiempo que había pasado… parecía que la cuestión de tiempo…, estaba resultando ya no ser importante para Clarisa.
Cuando despertó, miro el reloj que marcaba las 07:55 a.m. Clarisa salto de la cama… sabía que era muy tarde para arreglarse. Rápidamente se dio una ducha…, tomó lo primero que encontró para vestirse no reparo en combinar su vestimenta… solo pensó en lo tarde que era…
Bajo con rapidez la escalera…, corría por aquí y por allá… recogiendo su bolso, chaqueta, documentos y demás… tomó un vaso de jugo, ordeno el desayuno para su madre, se despidió y salió apresurada con rumbo a la oficina.
Al llegar… encontró en la puerta a Alexander, quien lucía un traje gris claro. Su camisa, su corbata, todo parecía estar en armonía. Clarisa se apenó al percatarse que no estaba tan bien presentada… se encogió de hombros y procedió a saludar a Alexander, tratando de no dar mucha importancia a los hechos.
Ambos entraron a las instalaciones de la empresa, Clarisa delegó responsabilidades y se encargo personalmente de mostrar a Alexander su empresa. Juntos recorrieron pasillos, oficinas y demás. No se habían dado cuenta que los empleados los miraban con algo de curiosidad…
Al percatarse de ello… Clarisa organizó una junta para presentarlo y dar a conocer su nuevo puesto en la empresa.
Al reunir al personal, Clarisa fue breve… anuncio la llegada de Alexander Escalonar. Y lo proclamó como el nuevo jefe inmediato. Pudo observar como las empleadas secreteaban y murmuraban… sin perder de vista a Alexander.
Clarisa dio por terminada la imprevista reunión… y prosiguió para terminar el recorrido de la planta. Al llegar a su oficina Clarisa llamó a su secretaria. Le ordenó a Adriana acondicionar una oficina para Alexander.
Adriana era una joven muy simpática, de apenas veinte años de edad. Recién la habían contratado.
Clarisa sintió un poco de molestia al darse cuenta de la mirada de Adriana. Pues era obvio… que Alexander había causado admiración… en más de una mujer en la empresa. A su vez… Alexander, no podía dejar de observar a Clarisa. Al voltear nuevamente la mirada hacia Alexander, descubrió que él la observaba con algo de asombro y admiración…
— ¡Qué pasa…? —Preguntó Clarisa—. ¿Por qué me vez así…?
—Así… ¿Cómo…?
—No lo sé… contéstame tú.
— ¿Siempre tienes que cuestionar tanto a la gente que te rodea o, es solo conmigo?
Clarisa se sintió apenada. —No. Disculpa, no es mi intención estar siempre a la defensiva, pero comprenderás que ahora estoy un poco afectada por la muerte de mi padre y no me resulta tan fácil confiar en la gente; temo que piensen que soy débil… y así alguien… cualquier persona intente aprovecharse de mí.
— ¡No temas… y menos de mí!... Por favor te pido que aprendas a confiar… no voy a dañarte.
Antes al contrario… me gustaría mucho que me permitieras ser algo así… como tu protector.
Clarisa sonrió… y no pudo evitar sonrojarse. Al momento preguntó:
— ¡Dijiste mi protector…? ¿Algo así… como un súper héroe? , ¿Acaso… tienes súper poderes?
Alexander denoto un poco de enfado.
— ¿Te burlas de mí, te parece gracioso que mi intención sea protegerte?
— No. Claro que no…y nuevamente discúlpame… creo que hasta ahora solo he tenido que pedirte disculpas, pero la verdad es que no acabo de entender tu interés… saliste de la nada, mi padre nunca hablo de ti… y ahora yo misma no entiendo… ¿Como pude nombrarte jefe inmediato? Por si no te diste cuenta los empleados murmuraban.
Solo Dios sabe que estarán pensando… nunca se hizo nada precipitadamente en esta empresa. No me gustaría que comenzaran a rumorear cosas inciertas… o, que los empleados entraran en pánico, por creer que no voy a ser apta para dirigir este negocio que le costó a mi padre tantos años de lucha y esfuerzo; y que por tanto tiempo se ha mantenido estable y como fuente de trabajo para toda esta gente.
—Clarisa perdona; pero la única persona que muestra pánico e inseguridad eres tú. Mira a tu alrededor… existe el pesar del fallecimiento de tu padre, pero la gente te conoce y confía en ti.
Realmente demuestras capacidad… pude percatarme de ello cuando dirigías la reunión… y la forma con que dispones y diriges a tus empleados. Es por eso que te observaba… cuando me golpeaste con una mirada tan fría y dura. Y después… me interrogas de una manera, que casi me sentía en el banquillo de los acusados. Yo… solo no podía dejar de admirarte.
Clarisa sintió una opresión en el pecho, un calor recorría todo su cuerpo, las palabras de Alexander la quemaban desde lo más profundo de su ser. Nunca nadie la había hecho sentirse de tal manera, le había dedicado tanto tiempo al estudio que se olvido de novios.
No quería distraerse y sin darse cuenta el tiempo ya se había venido encima. Ahora…, había dejado de ser una joven adolescente, convirtiéndose en una mujer inexperta a las cosas del amor.
Con aquellas reacciones…Clarisa comprendió que Alexander despertaba en ella sentimientos que desconocía y que a la vez… la intrigaban y la llevaban a cambiar bruscamente de color… sus mejillas se enrojecían, como si el calor que sentía por dentro, fuera como un fuego queriendo brotar…y ser extinguido.
Alexander pudo darse cuenta de la reacción de Clarisa… comprendiendo que era tiempo de darle un giro a la conversación.
—Y dime Clarisa… ¿Para cuando tienes programado la próxima reunión con inversionistas?
Clarisa salió de golpe del mar de sensaciones en el que se encontró hundida por unos instantes.
— ¿Decías…? Ha… Si… en diez días aproximadamente…
Clarisa y Alexander se despidieron para refugiarse cada uno en su respectiva oficina. Al quedarse sola, Clarisa ordenó a su secretaria no ser molestada. Se reclinó en el sofá... y comenzó a repasar los momentos desde la llegada de Alexander. Cerró los ojos y con claridad recordó cada instante…, cada palabra…, cada expresión. Por esos momentos se olvidó de todos los pendientes… se dedicó a relajarse. El tiempo pasó sin que pudiera sentirlo… pareciera que se encontraba en un sueño del que no quería despertar.
Se sonreía y hacía gestos propios de sus recuerdos. Parecía que nuevamente vivía esos momentos... en eso y más pensaba… cuando fue interrumpida por unos fuertes golpes en la puerta, acompañados de gritos.
Era Adriana… que con desesperación… llamaba a Clarisa; Misma… que se incorporo molesta por la forma en que fue arrancada de sus pensamientos.
— ¿Qué pasa Adriana…? Te ordené no ser molestada… ¿A que se deben tus gritos…?
— ¡Señorita, una empleada resbaló por la escalera y esta inconsciente!...
— ¿Cómo es posible, llamaron al servicio médico?
—Sí, Ya los llamé.
— ¡Muy bien!… vamos a ver qué pasa.
Cuando Clarisa llegó a la escena de los hechos, la chica volvía en si… y el servicio médico se encargaba de la situación.
En breves momentos fue llevada al hospital, para recibir la atención necesaria.

Clarisa se dirigía a la oficina, cuando Alexander la sorprendió en el corredor.
— ¿Qué pasa…? , ¿Por qué estas tan alterada…?
—Una chica se cayó y quisiera ir al hospital; me gustaría encargarme personalmente, de que reciba la debida atención.
— ¿Me permites acompañarte?
—Claro, te lo agradecería mucho. En estos momentos no tengo ánimos de manejar, pensaba pedir un taxi; realmente estoy muy alterada. Por favor adelántate, recojo mis cosas y te alcanzo en el estacionamiento.

Alexander como todo un caballero, abrió la puerta del coche para dar paso a Clarisa y al momento le pidió que lo guiara camino al hospital. Al cabo de un rato de trayecto… llegaron al centro médico. Clarisa se acerco al modulo de información y preguntó sobre el estado de salud de su empleada.
Afortunadamente la chica era joven y gozaba de buena salud… por lo que la caída, no afecto a gran manera.
Clarisa pidió pasar a verla. Después de verificar que todo estaba bajo control, le pidió a Alexander le hiciera favor de llevarla de regreso a su casa.
Camino a casa de Clarisa, ambos permanecieron en silencio… parecía que temieran decir algo inapropiado.
Al llegar… Clarisa observo detenidamente a Alexander. Su mirada era benevolente…, como de agradecimiento y a la vez…, de admiración.
Alexander rompió el silencio.
—Pues bien… señorita. Servida, la dejo en su casita… y que descanse.
—No. Espera… ¿Te gustaría quedarte a cenar?...
Parecía que Clarisa no quería perder un momento a su lado. La invitación fue muy oportuna… Alexander aceptó con gusto.
— ¡Oh…! Pero… la cocinera pidió permiso para retirarse hoy temprano. ¿Qué vamos a cenar?
Alexander respondió con una sonrisa por demás seductora.
— Soy un excelente cocinero, no te preocupes… yo me hago cargo. Claro, si tú me lo permites…
Al momento entraron a la casa. Esperanza ya se encontraba dormida. Clarisa subió a verla y pudo notar que estaba en un sueño profundo… trato de no hacer ruido para no despertarla. Cerró la puerta de la recamara y bajó para hacer compañía a Alexander, quien hacia alarde de sus grandes habilidades como cocinero.
— ¡Mm...! ¡Huele delicioso!...
—Como veras me he apoderado de tu cocina.
—Ya veo y me resulta muy agradable. A mí la verdad, no se me da mucho el gusto por las artes culinarias.
—Pero aquí estoy yo al rescate, como te lo dije antes.
—Ya lo sé, hoy fuiste muy amable al acompañarme al hospital, y ahora mírate, cocinas para mí. Y al parecer lo haces delicioso.
— ¡Si, lo hago delicioso! —. Respondió Alexander en un tono malicioso.
— ¿Cómo dices?
Alexander agradeció el cumplido, tomó a Clarisa de las manos, y la llevo al comedor, desviando la respuesta a la pregunta de Clarisa. Se encargo de servir la mesa y le ofreció una copa de vino. Clarisa se mostró sorprendida.
—Vaya… ¿Y tu como sabes donde están los vinos?
—Como veras soy muy observador… y no es lo único que descubrí. También pude darme cuenta que tienes una colección de muñecas.
— ¡Qué pena…! , ¡Pensaras que aun me creo una niñita!...
— ¡Claro que no!... pero cuéntame… ¿De dónde se originó el inicio de tu colección?
—Hace muchos años mi padre viajó a Filipinas por asuntos de negocios…, me trajo seis muñecas hermosas. De ahí inicio todo… ahora las conservo para regalárselas a mi primera hija. Hace mucho tiempo que no agrego ya ni una sola muñeca; pero bueno…, creo que ya son suficientes.
—Nunca nada es suficiente cuando te provoca satisfacción —. Respondió Alexander, tomándola de una mano. Clarisa sintió estremecerse al escuchar la voz de Alexander en un tono bajo y tan cerca de ella. Tuvo que alejarse rápidamente, le resultaba muy difícil permanecer cerca de él. Su corazón latía fuerte y rápido, parecía un caballo desbocado… como si fuera a salirse de su pecho.
—Alexander, tengo que agradecerte todas tus atenciones, desde que llegaste has sido muy amable conmigo. Y ahora que me acompañaste al hospital demostraste que realmente quieres estar al pendiente de mí. Pero… ¿tan comprometido te sientes con mi padre?
—Es mucho el agradecimiento y honro la memoria de tu padre; pero no es precisamente lo que me mueve a permanecer en tu empresa y cerca de ti.
Al escucharlo… Clarisa trato de preguntar a que se refería… entonces Alexander llevó su dedo índice hacia la boca de Clarisa.
—No preguntes tanto, solo confía en mí. Y ahora tengo que irme, ya es muy tarde.
— ¡Espera Alexander!... ¿Te… pido un taxi?
— ¡Gracias…! , ¡Que amable Clarisa!...
—No es nada… solo quiero que mi protector salido de la nada, llegue con bien a su destino.
— ¿Debo considerarlo como un cumplido…? Bueno… viniendo de ti. Creo que si es un cumplido y lo agradezco infinitamente.
— ¡Vaya… que eres adulador!...
— ¡Creo que llego mi taxi!... ¡Me voy!... ¡te veo mañana en la oficina Clarisa!...
— ¡Esta bien!... ¡Qué descanses… y gracias de nuevo!...

Alexander subió al taxi y se alejó…, dejando en Clarisa una mueca de regocijo. En su mente se revivían uno a uno los momentos que compartieron juntos, no podía dejar de pensar en Alexander y en la manera de cómo ella, se dejaba guiar por él.
Clarisa siempre fue muy independiente… y ahora se mostraba tan dependiente de un hombre al que apenas conocía. Además…, existía la intriga, ¿Por qué él quería protegerla…? ¿Que era eso… que guardaba para sí mismo?...

Capitulo 3

Capitulo3
Sentir No Depende De Uno Mismo… Los Sentimientos Son Inevitables…

El cansancio termino por vencerla llevándola a un profundo sueño… por cierto nada reparador… En él…, miraba fantasmas acechándola, se sentía sola, desprotegida…, gritaba, pero nadie podía escucharla.
Se sentía cansada… parecía que la cama la abrasaba impidiéndole levantarse… el sonido del despertador la arranco de golpe de esos sueños que la atormentaban.
Al despertar, volteo su vista al reloj, dándose cuenta que estaba a buen tiempo para alistarse… El problema era que no tenía ánimos… se sentía cansada.
Se estiro, bostezó y casi de un brinco salió de la cama. Se animo poniendo música, realizó un poco de ejercicio… terminando en una ducha de agua tibia.
Mientras enjabonaba su cuerpo se percató que sus pezones estaban endurecidos, no pudo evitar pasar nuevamente sus manos sobre ellos… ese contacto le hizo sentir una extraña sensación, su vientre y todo su ser respondían a ese estimulo… de inmediato Clarisa terminó su baño, tratando de ignorar lo sucedido.
Esta vez… dedico más tiempo a preparar su atuendo; combinó zapatos, bolso y accesorios… realmente se veía muy atractiva. Parecía que tenía plena intención de impresionar a alguien… cualquiera que la conociera podría notar que se reflejaba en ella un brillo distinto en su mirada.
Después de desayunar…, se despidió de Esperanza; Acordando llegar temprano para asistir juntas al teatro. Sin más… se dirigió a la empresa; llegó un poco antes que de costumbre. Adriana su secretaria aun no llegaba. Clarisa se instaló en su oficina, permaneció sentada en su silla por un momento… se sentía inquieta, parecía que estaba desesperada por algo.
Comprendió entonces… que lo que quería era ver a Alexander, ansiaba el momento de estar cerca de él. Era como si todo su ser le pidiera a gritos sentir ese calor que se provocaba en su cuerpo al tenerlo a su lado. Deseaba percibir su aroma y sentir que casi podía saborear su aliento. Se dejó llevar por sus pensamientos y por las emociones que se encontraban a flor de piel… que no se percato que Alexander había entrado en su oficina y tenía ya un rato observándola.
Clarisa permanecía con los ojos cerrados, era como si disfrutara… en su rostro se podía reflejar un toque de placer, de regocijo, de alegría. Alexander se acerco lentamente hacia ella, se inclino y muy cerca en su oído murmuró.
— ¡Buenos días Arquitecta!...
Clarisa casi brincó del sillón en donde se encontraba. Su cuerpo temblaba…, palideció y se mostró un poco molesta. Al momento le reprochó.
— ¿Qué te pasa?... ¡Me asustaste!
Alexander a su vez sonreía… para el resultaba divertido ver que Clarisa mostraba cara de enfado.
—Ya… no te enojes, te vas a ver fea si sigues haciendo esas caras gruñonas. La verdad es que hoy te vez divina… y, con tu atuendo no va para nada esa cara. ¡Ya!… ¡Anda, alégrate…, si… dame una sonrisa!...
Al escucharlo… Clarisa olvidó su enfado y no pudo evitar sonreírle.
— ¿Siempre eres tan adulador?
—No. Solo con las chicas lindas que se esconden detrás de una careta, para ocultar sus sentimientos.
Clarisa prefirió ignorar el comentario.
—No sé a qué te refieres Alexander. Pero dime… ¿Crees estar listo para participar en la próxima reunión con los inversionistas extranjeros?...
Clarisa sabía que era demasiado pronto para que Alexander se encontrara en condiciones de intervenir en la próxima junta, que tenía en puerta. Pero consideró que era una forma de conocer que tanta experiencia tenía… era tanto como ponerlo a prueba…
— ¡Claro que sí!... tengo algunos proyectos que creo que te van a parecer interesantes… y que de aprobarse… harán redituar muy buenos dividendos a tu empresa.
No esperó recibir tal respuesta… por lo que un tanto despectiva le respondió:
—Me parece que debería analizarlos Alexander, de esa manera podré familiarizarme con ellos… y así ayudarte a presentarlos.
— ¡Por supuesto…! , ¿Te parece si organizo todo y pasas a mi oficina después de comer?
—Sí, me parece bien…
—Entonces te veo más tarde.
El tiempo transcurrió lentamente para Clarisa… apenas quiso probar bocado… esperaba con ansia el momento de estar nuevamente cerca de Alexander. Espero prudente y después de un rato se dirigió a la oficina, para revisar juntos los proyectos. Alexander la esperaba… para el también era casi necesario tenerla cerca.
Clarisa tocó suavemente la puerta.
— ¿Se puede…?
— ¡Claro…! ¡Pasa!… tengo todo listo… mira… ¿Qué te parece…?
Después de un rato de revisar minuciosamente los proyectos Clarisa se mostró complacida.
— ¡En verdad son muy interesantes Alex!... Creo que van a ser un éxito.
Alexander la observaba… y mostraba en su rostro una ligera mueca de agrado.
—Creo que realmente los proyectos son de tu agrado, acabo de notar que me llamaste Alex.
— ¿Eso te molesta?
—Por supuesto que no. Más bien me agrada muchísimo… saliendo de tus labios es una caricia a mi oído.
Clarisa sintió un estremecimiento en todo su ser, los cumplidos de Alexander la hacían alejarse por unos momentos de la realidad. Tenerlo tan cerca la hacía imaginar cómo sería poder besarlo… casi podía sentir sus manos acariciándola…
No podía entender cómo es que ese hombre la hacía sentirse tan especial y al mismo tiempo tan nerviosa… mostraba en todo momento fortaleza, aunque realmente se sentía tan frágil… en esos momentos tenerlo cerca le había ayudado a sobre llevar de cierta manera, la muerte de su padre.
— ¡Bueno me voy, tengo que retirarme temprano!...
— ¿Pasa algo Clarisa?...
—No. Es solo que invite a mi madre al teatro y quisiera llegar a buen tiempo…

Por un momento Alexander permaneció en silencio… sin pensarlo le respondió:
—Me alegra que sea eso… y no algún problema…, o algún tipo lo que hace que te marches.
— ¿Algún tipo…? , ¿A qué te refieres…? —. Para Clarisa fue por demás extraño que Alexander le hiciera tal comentario…
—Perdona Clarisa, sé que no tengo ningún derecho a preguntar; pero… ¿tienes novio…?
— ¡No… aun no ha llegado el hombre ideal a mi vida…!
— ¿Acaso tienes muchos requisitos que cubrir…?
— ¡Tal vez si…! , ¡Tal vez no…! Más bien creo que no me he dado la oportunidad, no he buscado o, no he estado en el lugar o, momento preciso…
— ¡Pues… qué bueno que así sea!...
— ¿Qué dijiste…! —. Clarisa no podía creer que Alexander respondiera de tal manera…
— ¡Perdona!... ¡No fue mi intención…! , ¡No quise decir…! , solo que…
Alexander fue interrumpido por Clarisa.
— ¡Olvídalo… te veo mañana!...
— ¡Esta bien!... ¡Que se diviertan!...

Casi como pretendiendo no darle importancia a las palabras de Alexander, Clarisa salió de la oficina…, dejo el edificio y se dirigió a su casa…
Al llegar… su madre la esperaba lista para salir juntas al teatro. En pocos minutos… Clarisa se alisto y salieron apresuradas.
Llegaron a buen tiempo… se acomodaron en lugares que les permitían presenciar muy de cerca la obra que recién estaba de estreno.
Clarisa considero que para Esperanza sería una buena forma de distraerse… por lo que a pesar de estar muy reciente la muerte de su padre, no dudo en invitar a su madre a presenciar una obra que sabía que sería de su total agrado.
Esperanza disfrutaba de ese momento de distracción… durante los últimos meses se había dedicado de tiempo completo al cuidado de su esposo. La enfermedad que lo llevara a la muerte lo había consumido lentamente… tanto a él, como a ella… que vivió muy de cerca los momentos más difíciles… al lado del hombre con quien permaneciera casada por más de treinta años. Era obvio que le costaría trabajo reponerse de esa pérdida… pero cuando se ve sufrir de cerca a un ser querido, se reconoce que es mejor llegar al fin de ese sufrimiento… la muerte entonces resulta ser algo más aceptable…
Pasaron los minutos… y al término de la obra. Clarisa tomo a su madre del brazo para ayudarla a levantarse del asiento. De pronto… una mano más entro en ayuda de Esperanza.
— ¡Alexander!... ¿Qué haces aquí?... —Preguntó: Clarisa.
— ¡Me permite… señora!
Las palabras de Clarisa prácticamente… fueron ignoradas por Alexander.
— ¡Claro muchacho…! , ¡Que gusto verte…! No sabía que gustabas del arte dramático.
—Bueno… no soy muy fanático, pero me gusta disfrutar de una buena obra y esta es una de ellas.
— ¡Veo que tienes buen gusto! —. Expresó Esperanza.
Alexander volteo a ver a Clarisa… y con algo de picardía les sonrió.
—Claro… que tengo buen gusto.
Clarisa se sintió apenada, solo pudo atinar a bajar levemente la cabeza para evadir la mirada penetrante de Alexander. Al momento salieron del teatro.

—Si gustan, puedo acompañarlas de regreso a su casa.
—No es necesario. No te molestes Alexander.
—No es molestia Clarisa. Permítanme acompañarlas, es tarde y me sentiría muy preocupado de saber que van solas… con lo peligroso que es esta ciudad por la noche.
Esperanza opinó al respecto. —Aceptamos Alexander. Tienes razón, es peligroso andar solo de noche y un par de chicas lindas no deben de andar solas tan tarde—. Los tres rieron al unísono.
— ¡Mamá, no pierdes tu sentido del humor!
— ¡Bueno hija!, tengo que echarme flores, si no… ¿Quién…?
Dirigieron sus pasos por fin al estacionamiento. Clarisa cedió el volante a Alexander. Le resultaba muy placentero sentir su presencia tan varonil; pero sobre todo… sentirse protegida por él.
Pero sin embargo; la invadía la incógnita. ¿Por qué nuevamente Alexander estaba cerca de ella…? Desde que llegó… se había convertido prácticamente en su sombra. Echo que no le desagradaba en lo más mínimo. Solo que la incomodaba el no saber si existía algo obscuro, en el fondo de toda esta situación. Al cabo de un rato… llegaron a casa de Clarisa. Alexander brindo su ayuda a Esperanza para bajar del auto.
— ¡Gracias Alexander!... eres todo un caballero. Me alegra que estés cerca para apoyar a mi hija.
—No tiene nada que agradecer Esperanza, lo hago con mucho gusto.
La madre de Clarisa los dejo solos en la sala. De cierta forma sentía simpatía por Alexander.
—Me retiro muchachos… ya me quiero dormir. Me siento muy cansada.


La seducción.

Clarisa no perdió oportunidad para enfrentar a Alexander.
—Y dime… ¿Qué hacías tú en el teatro…?
—Lo mismo que tú Clarisa… apreciaba una buena obra.
—Quiero la verdad… ¿Por qué estabas ahí…? , ¿Me estas siguiendo?... No creo en las coincidencias Alexander. Dime… ¿Qué pasa…?
—Cálmate Clarisa, tienes razón… la verdad es que quería ver por mí mismo que estabas con tu madre y no con alguien más…
Clarisa respondió indignada.
—Y que puede importarte a ti, con quien salga o deje de salir yo. ¿Por qué te inmiscuyes de esa manera en mi vida…? ¡No tienes ningún derecho!... —Los labios de Clarisa no pudieron pronunciar una palabra más... Alexander la tomó en sus brazos…, unió sus labios a los de ella impidiéndole un reclamo mas… sus bocas quedaron unidas por varios minutos.
Alexander introducía su lengua entre los labios de Clarisa, buscando sentir el contacto de sus bocas, de una manera más profunda… El corazón de Clarisa latía fuertemente…, su cuerpo casi desvanecía al calor que provocaban… tales besos atrevidos.
No supo en qué momento las manos de Alexander… comenzaron a recorrer su cuerpo. Parecían mariposas volando por todo su ser…, posándose en los lugares más íntimos. Clarisa no oponía resistencia… era tan candente el momento, que segaba cualquier lógica. No había una explicación… solo se dejaban llevar por la pasión que invadía todo su ser.
Clarisa se sintió perdida… era tal el deseo…que no podía oponer resistencia…, dejó que Alexander la guiara, en el juego del amor.
Las manos de Alexander tocaron delicadamente los senos de Clarisa, buscando sus pezones para deliciosamente endurecerlos… sus labios dibujaron un camino por todo su cuerpo recorriendo cada centímetro de su piel. Los pezones de Clarisa, de un color ligeramente rosado… tomaron una forma que realmente incitaba a acariciarlos. Los labios de Alexander se posaron sobre ellos… era dolorosa y a la vez sumamente agradable, la sensación que se provocaba en Clarisa, al sentir que Alexander jugaba a mordisquear y lamer tiernamente, esas áreas tan vulnerables.
Clarisa se sentía confundida… no podía permitir que la situación continuara. Le resultaba muy difícil detener las atrevidas caricias de Alexander, pues realmente… estaba disfrutando al máximo… de esos momentos de placer… tan anhelados por ambos.
Un breve momento de cordura concluyó aquella escena.
— ¡Basta Alexander! , ¡Vete ya por favor!
El alto que Clarisa ordenara… fue como un golpe a la razón de Alexander.
— ¿Qué pasa…? Pensé que lo disfrutabas tanto como yo.
—Si… lo disfrute muchísimo… pero no está bien. Apenas si te conozco… realmente… ¿No sé qué me pasa contigo?... lo mejor es que te vayas. Mañana hablamos en la oficina. Te espero a las 9:00 am. Por favor se puntual…
Alexander ya no pronuncio una sola palabra… se sentía sin ánimos… toda su pasión había sido sofocada de golpe. Lo peor… era el temor que tenía a que Clarisa quisiera alejarlo para siempre de su lado…

Esa noche para Alexander fue un infierno… no pudo conciliar el sueño, en prácticamente toda la noche. Lo atormentaban tantas ideas…, especulando lo que Clarisa iba a decirle. A su vez…, en su alcoba… Clarisa era invadida por un sin fin de preguntas. Se cuestionaba a sí misma, el… ¿Por qué…? le había permitido a Alexander, tomarse tantas atribuciones. Pero lo que más la atormentaba… era que ella… lo había disfrutado tanto…que lejos de sentirse arrepentida…, ardía en deseos de revivir esos momentos… Cerraba los ojos y comenzaba a repasar cada minuto, cada segundo, cada caricia… y cada momento cerca de Alexander. Su piel se erizaba… en su mente se revivían esos instantes de pasión… dejando escapar suspiros y ligeras exclamaciones de placer. Mas que atormentada… se sentía ansiosa, por saber… ¿Qué habría pasado si ella no se resistía a tal estimulo?…

Capitulo 4

Capitulo 4
Hace Falta Tener Valor Para Enfrentar Al Enemigo. “O”
Tal Vez… Al Ser Que Amas.
Al despertar… Clarisa se dispuso a preparar su día, como ya era costumbre. Se armo de valor para enfrentar a Alexander, realmente… estaba decidida a todo…, a correrlo de la empresa de ser necesario. A fin de cuentas recién lo conocía… no sabía prácticamente nada de él. No sentía ningún compromiso… de hecho no entendía cómo era posible que lo aceptara en la empresa. Pesó entonces que lo mejor sería llegar y buscarlo para aclarar todo con él. No hubo necesidad de tal cosa… al llegar a la oficina Alexander ya la estaba esperando.

— ¡Buenos días Clarisa!...
— ¡Buen día! , ¿Pasa algo?... Si mal no recuerdo, te dije que a las 9:00 am.
—Lo sé… pero no podía esperar más para hablar contigo. Quiero que sepas que no pude dormir, por estar pensando en lo que vas a decirme… ¿me… vas a despedir…?.

Clarisa se quedo sin palabras… minutos antes estaba dispuesta a enfrentarlo y ahora… no sabía que contestar ante los cuestionamientos de Alexander.
—Responde Clarisa, no te quedes callada… quiero saber… ¿qué vas a decir?

El Caos.
Clarisa se quedo un momento más en silencio, para después estallar en reclamos.
—No tenías ningún derecho Alexander… no soy una niña…, no estás abusando de mi… pero… ¿Por qué actuar de esa manera? , ¿Por qué juegas conmigo?... no te di motivos para burlarte de mí.
—Espera… creo que vas muy rápido Clarisa. Jamás he jugado contigo y mi intención no es burlarme de ti.
—Entonces dime… ¿Qué pasa? , ¿Por qué llegas de la nada… te apareces en mi vida… y en tan poco tiempo… logras que deje la razón a un lado… y cometa errores, como el que ahora me tiene tan confundida?...
— ¿Dices… confundida Clarisa?... ¿Por qué lo expresas de esa manera?... ¿Repudias o no lo sucedido?...
Nuevamente… Clarisa se quedo en silencio por unos instantes; para después responder un tanto despectiva.
—No creo que deba darte explicaciones por lo que yo siento en estos momentos…
La conversación de ambos fue interrumpida por Adriana, la secretaria.
—Disculpe señorita, los inversionistas que usted estaba esperando acaban de llegar.
Clarisa se sorprendió sobremanera…

— ¡Cómo?... No es tiempo todavía… los esperaba hasta la próxima semana. ¿Qué voy a hacer?... No tengo nada preparado.
Alexander interrumpió. —Si me permites Clarisa, yo puedo ayudarte.
— ¡Claro!… tienes que hacerlo… tus proyectos son lo único, que me puede salvar en estos momentos. Prepara todo… para programar la junta.
Alexander mostró una mueca de agrado en su rostro. Por el momento se sentía salvado… de pronto… Clarisa rompió de golpe esa mueca.
—Alexander… Tú y yo, no hemos terminado esta conversación. Después de la junta tenemos que hablar.

Por la forma en que Clarisa le hablo, dejó muy en claro que no estaba dispuesta a pasar por alto el incidente… Alexander sabía que solo tenía una oportunidad para ganar de nuevo su confianza… No estaba dispuesto a perder lo que hasta ahora había ganado, por el simple hecho de haber actuado por impulso.
Se propuso hacer todo lo que estuviera al alcance de sus manos para que Clarisa confiara nuevamente en el.

Ambos se dedicaron de tiempo completo a preparar la junta, a sabiendas del gran compromiso que representaba.
Dos días le llevó a Alexander tener todo listo, para presentar los proyectos a los inversionistas. Durante los preparativos, poco tuvieron oportunidad de meditar lo sucedido…
El momento de la junta llegó… acordaron reunirse, en la sala de conferencias de un hotel muy prestigiado. Tanto Alexander como Clarisa sufrían gran nerviosismo… de aprobarse los proyectos tendrían asegurado trabajo para al menos dos años… lo que le daba oportunidad a Clarisa de foguearse mas como directora de la empresa.
Además… para Alexander sería la oportunidad que necesitaba para permanecer en la empresa. Sabía que Clarisa no podía despedirlo, al ser sus ideas… solo él podía estar al frente; aunque no dudaba de la gran capacidad de Clarisa, sabía que si ella se proponía algo… lo lograba.
Para ella no sería nada difícil sacar adelante la realización de los proyectos… Pero claro… confiaba en que la suerte estuviera de su lado y que Clarisa le pidiera que se quedara a trabajar con ella en la empresa.
El nerviosismo que de momento embargara a Alexander, no le había permitido darse cuenta de lo bien que lucía Clarisa con ese traje tipo sastre. No era nada fuera de lo normal, un traje de marca de un diseñador francés. De hecho un tanto conservador… pero que enmarcaba perfectamente su esbelta figura. Su maquillaje era muy ligero… solo para resaltar sus rasgos, realmente no lo necesitaba, su belleza era natural.
Alexander la observó por unos instantes… a pesar de estar preocupada, se veía segura, decidida a convencer y cerrar negociaciones.

La presentación.
— ¡Listo… ya pueden pasar a la sala!
Después de anunciarse que se encontraba habilitada, el área donde se llevaría a cabo la reunión… tanto inversionistas extranjeros como los nacionales entraron para alistarse, mientras Clarisa se preparaba para comenzar la junta. Se sentía nerviosa… temía no poder convencer a los inversionistas de que los proyectos eran buenos para ambos.
No era la primera vez que presentara proyectos y expusiera frente a inversionistas difíciles de convencer… pero esta vez no estaba su padre a un lado… se sentía un tanto sola…, desprotegida… sin embargo… el hecho de que Alexander estuviera cerca, la ayudaba a sentirse capaz de convencer y llevarse tal negocio a la bolsa.
No estaba dispuesta a confiar la encomienda de la presentación a Alexander… pero sabía que podía contar con él, si veía que se le dificultaba de alguna manera al exponer los proyectos…
De pronto… comenzó a recordar los momentos en que Alexander la tenía entre sus brazos… podía sentir nuevamente el calor de su cuerpo, la dureza de su virilidad tan cerca de ella, le resultaba sumamente difícil poder concentrarse… su intimidad comenzaba a lubricarse…, su piel se erizaba del solo hecho de imaginar nuevamente como la besaba, como jugaba con sus delicados pezones. Tenerlo tan cerca y no desearlo… era tanto como pedir que la lluvia no mojara el pasto en la pradera.


Clarisa mostró los proyectos que le llevaron tanto a ella, como a Alexander, horas… y horas… de trabajo. La manera de cómo se desenvolvía Clarisa mostraba su capacidad y conocimiento…
Para las personas que la vieron trabajar a la par con su padre, quedaba claro que le había heredado el talento para los negocios… pues a pesar de que el ya no estaba con ella, seguía mostrando gran talento y desempeño.
Realmente fue mucho el esfuerzo para tratar de convencer a los presentes… pero ese esfuerzo fue recompensado… pues los inversionistas quedaron fascinados… después de ligeras modificaciones, los proyectos fueron aprobados.


El reconocimiento.
— ¡Felicitaciones Clarisa!... ¡Cerramos el trato! , ¡Esto… va a ser un éxito!...
Clarisa se sintió feliz, pero no pudo adueñarse del merito, después de todo… sabía perfectamente que Alexander era quien merecía ser reconocido.
De una manera muy sutil se disculpó.
—La verdad es que no son mis proyectos. Alexander ideo esta estrategia…, él es quien merece el reconocimiento.
Para Alexander fue como un recibir un regalo al escuchar que Clarisa reconocía abiertamente sus buenas aptitudes. Pero eso no lo llevaba a sentirse tranquilo con respecto a la charla que tenía pendiente aun, con ella.
El tiempo que había ganado no le había servido de mucho, después de todo… tal vez Clarisa decidiría correrlo tan pronto terminaran las negociaciones.
Le parecía como un sueño estar en esos momentos a un al lado de ella. Pero… ¿por cuánto tiempo seria?… Si Clarisa decidía alejarlo de su vida habría fracasado entonces en su encomienda. De nada serviría haber logrado que ella lo nombrara jefe inmediato de la empresa.
Pero después de todo… al menos había tenido la oportunidad de besarla… sabía que de alguna manera para ella él no era indiferente.

Después de un rato de finiquitar acuerdos… los inversionistas propusieron un brindis…, acompañado de una cena en el restaurante del hotel.
Alexander y Clarisa aceptaron la invitación, era lo menos que podían hacer; además…, era lo típicamente acostumbrado.
Una llamada bastó… para que Clarisa notificara a su madre que no la esperara…, pues llegaría tarde. Esperanza sabía que Clarisa era responsable y le tenía gran confianza. Por tanto… no se preocupó por esperarla a que llegara.

Mientras tanto… en el restaurante del hotel, Clarisa, Alexander y demás inversionistas… convivían, cenaban y disfrutaban de un delicioso brindis. Clarisa no se percató… que abusaba de las copas que estaba consumiendo.
Al cabo de un rato los inversionistas se retiraron. Dejando solos a aquellos que dejaran inconclusa…, una acalorada conversación.
Bastó que se quedaran solos para que Clarisa reanudara la ráfaga de preguntas… cuestionando nuevamente a Alexander; quien permanecía callado…, observándola…, sin más… de pronto le preguntó:
— ¿Me permites llevarte a tu casa?
Clarisa comprendió que no era el lugar… ni el momento preciso para hablar de ese tema.
Al pararse de la mesa… los pasos de Clarisa fueron torpes, debido a la cantidad de alcohol que había ingerido… Alexander optó por tomarla del brazo.
— ¿Puedo ayudarte?...
Clarisa no se sintió en condiciones de oponerse… solo avanzó hacía su auto, ayudándose de Alexander.
—Clarisa no creo que estés en condiciones de manejar, permíteme llevarte hasta tu casa.
Una mueca de ira apareció en el rostro de Clarisa.
— ¡Basta ya!... ¿Por qué estas a mi lado? , ¿Por qué apareciste de pronto… y te has entrometido en mi vida? , ¿Por qué siento que te necesito… y no puedo estar lejos de ti? , ¿Por qué quisiera que me besaras… y no separarme nunca de tu lado? , ¿Por qué Alexander?..., ¿Por qué?...
Clarisa no pudo contenerse… y rompió en llanto. Alexander se acercó a ella, la tomó tiernamente en sus brazos, uniendo así sus labios… esta vez… el beso fue muy delicado… tratando de transmitir solo los sentimientos…, dejando atrás el deseo… Clarisa se sintió confundida, la sensación en su cuerpo llegó más al corazón, que a cualquier otro extremo de sus emociones… se quedo sin palabras…
Alexander condujo el auto hasta la casa de Clarisa. En el trayecto… ambos permanecieron callados…, ligeras miradas y suspiros…, era lo único que se podía percibir, en esos momentos.
Al cabo de un rato llegaron… ya era pasada la media noche. El alcohol en la sangre de Clarisa, había logrado adormecerla… dejándola sin fuerzas… ni siquiera para levantarse. Alexander la tomo en brazos y la introdujo en la casa… dejándola recostada sobre un sofá. Acomodó el auto y se retiró… no sin antes, besar las manos y la frente de Clarisa.

A la mañana siguiente… cuando Clarisa despertó, se sorprendió de ver que dormía en la sala de su casa. El dolor de cabeza era muy intenso…, de la sed… y el temblor de su cuerpo, mejor ni hablar.
Decidió tomar un baño, trato de relajarse… comenzó a hacer memoria sobre lo sucedido. No podía entender… ¿por qué Alexander no se había aprovechado de la situación?... Si lo que buscaba de ella, era una aventura… ¿por qué no se atrevió a tomarla valiéndose de su estado?... Además… en su mente ardía latente el recuerdo de ese beso… que le quemara el alma y el corazón.
La responsabilidad y la cordura, la volvieron a la realidad… optó por terminar su baño y prepararse para salir a la rutina cotidiana.
Al llegar a la empresa… no sabía cuál sería su reacción al estar frente a Alexander. Se puede decir… que temía verlo…, pero tenía que hacer frente a esa situación… tenía, que enfrentarlo.
Ya en su oficina… concluyó algunos pendientes. Posteriormente… llamo a Adriana, para que entregara a Alexander ciertos documentos… en ese momento recibió la noticia.


La zozobra.

—Señorita. Don Alexander le dejó esta carta, me pidió que se la entregara después de medio día, pero dado que usted me manda buscarlo, creo que debo dársela ya mismo.
Clarisa palideció… no se sentía capaz de abrir la carta, no quería saber lo que en ella decía. Así permaneció por un momento…
—Retírese Adriana, yo la llamo si la necesito.
La carta permanecía sobre el escritorio. Clarisa no tenía el valor de abrirla. El solo hecho de pensar… que lo que en ella decía, era que Alexander no volvería a estar nunca más a su lado; la mantenía sumamente aturdida. Pues de pronto… al recapacitar… se dio cuenta que estaba enamorada de Alexander.
Y que ahora, tal vez… ya lo había perdido. Aunque… realmente jamás lo había tenido.
Al fin se armó de valor y decidida abrió la carta. Una justificación… y una disculpa, era lo que contenía aquella… que diera momentos de angustia a Clarisa. Alexander había tenido que regresar a su ciudad natal, para solucionar ciertos asuntos que requerían urgentemente de su presencia.
Al final… se despedía diciéndole que regresaría lo más pronto posible, para hablar con ella sobre la conversación que dejaran inconclusa.
El alma volvió al cuerpo de Clarisa, pues por unos instantes… parecía que la había abandonado. Una sensación de alivio y a la vez de agrado, se apodero de Clarisa. Sabía que Alexander volvería y que su intención no era lastimarla, pues de ser así… se habría valido, de su estado inconveniente. Y no fue así…
Después de meditar un rato todo lo sucedido, se dispuso a terminar trabajos pendientes y demás…
El tiempo paso rápidamente, concluyendo un día más de labores. Ya en su casa, Clarisa analizaba sus reacciones ante la situación que viviera con Alexander. Descubriendo con temor cuanto lo necesitaba a su lado. Al fin, cansada de dar vueltas en su pensamiento a lo mismo… se quedo dormida.
Al día siguiente de nuevo en la oficina, se sintió triste de no ver a Alexander. Así… transcurrieron tres días más. Para Clarisa fue como una eternidad los días que Alexander estuvo ausente…

Capitulo 5

Capitulo 5

El Lugar Donde Te Encuentras… No Siempre Es Un Obstáculo Para Amar.
Clarisa regresaba de comer… y al entrar en su oficina, encontró una rosa blanca en su escritorio. Se sorprendió; pero casi estaba segura de saber quien la había dejado ahí.
Con pasos veloces se dirigió a la oficina de Alexander, llevando la flor entre sus manos.

— ¿Puedo pasar?...
— ¡Por supuesto!... Estás en tu empresa Clarisa. Pasa por favor.
Sus miradas eran algo desviadas… parecía que no querían mirarse de frente. Al fin, Clarisa pregunto:
— ¿Qué… significa esta flor?
Alexander respondió con una ligera sonrisa.
—Bueno… el color lo dice todo… Es blanca, como una bandera de paz. Y precisamente eso quiero Clarisa, que estemos bien… perdóname por no haber sabido contener mis emociones…, por no controlar esto que siento que me quema el pecho y se apodera de todo mi ser.
Perdóname por no evitar nuestro encuentro. Pero desde que conocí a tu padre… y tuvo a bien… mostrarme una fotografía tuya, misma que olvidó… y que aún conservo. Desde ese momento me enamore de ti.
En ese tiempo yo no estaba en condiciones de sentirme atraído por nadie más.
Pero… después que el destino marcara un fin a mi matrimonio, supe que tenía que buscarte. No sabía a lo que me iba a enfrentar; pero… cuando supe del deceso de tu padre, sentí que tenía que estar a tu lado. Que era mi única oportunidad para brindarte mi apoyo y ganar tu confianza; pero… me equivoque… lo único que he logrado, es que dudes de mí y que me consideres una mala persona.

La entrega.

Clarisa interrumpió.
—Detente Alexander, no es así. Yo no te considero de tal manera… más bien, creo que me comporte como una tonta. Todo el tiempo he dudado de ti y sin embargo; yo también te amo… creo… que desde la primera vez que te vi.

Un estremecimiento… tuvo lugar, en todo el cuerpo y alma de Alexander, no creía que sería correspondido… la reacción no se hizo esperar…, se acerco a Clarisa, un abrazo fuerte y un tierno beso, concluyeron todas las dudas de ambos. La cercanía y el latir de sus corazones… incitaron lo que ya era inevitable… no les importó que alguien pudiera llegar, no pensaron en el lugar y espacio, solo se dejaron llevar… tiernos besos se convirtieron en caricias apasionadas. Alexander se mostraba experto; pero a la vez temblaba por la gran excitación que se dejaba sentir en su cuerpo.
Sabía que Clarisa ya no se opondría… reconoció que era el momento de hacerla suya. A su vez… Clarisa le correspondía… cada caricia que Alexander le ofrecía, fue disfrutada al máximo. El se mostraba sabio…, la conducía delicadamente… ella entregaba su cuerpo con plena disposición, era mucho el temor a lo desconocido… pero era más fuerte la pasión que la quemaba y le pedía a gritos permitir la culminación, de aquello… tan anhelado por ambos.
Alexander recorría cada centímetro de de su piel, sus labios buscaban los lugares más estimulantes… llevo sus manos hasta la cavidad intima de Clarisa. Sus dedos parecían conducirse por sí mismos… se desplazaban diestramente, buscando la lubricación al máximo; preparándola para lo que después vendría…
Clarisa gemía de placer… aquel dolor que le propiciaba la caricia era intenso, pero no temía… ansiaba llegar hasta el final... pese a lo que fuera…
Alexander se encontraba en plena erección… comprendió entonces Clarisa, que era el momento de unirse en uno mismo.
Separo delicadamente sus piernas… permitiendo la penetración… que en un principio… fuera delicada y suave…, hasta convertirse en casi salvaje… Clarisa clavo sus uñas en la espalda de Alexander. Así… después de varios momentos de intenso placer… culminaron en un fascinante orgasmo.
En verdad Alexander no podía dar crédito a lo que acababa de suceder. Al terminar… evidentes pruebas había que era la primera vez… que Clarisa se entregaba a un hombre.
Alexander se sentía algo extrañado, pero a la vez le parecía algo maravilloso… la pregunta no se hizo esperar.
— ¿Clarisa eras virgen?
—Te dije… que aun no había encontrado a la persona ideal.
—Pero yo pensé… bueno, eso no es tema a discusión. La verdad es que ahora te admiro y te amo aun más...
Un beso concluyo aquella escena, se apresuraron a vestirse. Después… ambos se incorporaron a sus labores. Tanto Clarisa como Alexander recordaban los momentos de su entrega, les resultaba tan placentero como revivir aquellos momentos. El temor de haber sido escuchados existía… pero quedaba a un lado, por el placer que les provocaba su entrega.

Más tarde… al concluir el horario laboral. Los empleados abandonaron la planta. Alexander fue en busca de Clarisa.
— ¿Me… permites acompañarte preciosa?
Clarisa aceptó más que encantada. Todo el trayecto hacia la casa, fue de arrumacos. Parecía que ambos deseaban que jamás llegara el momento de separarse.

—Alexander, quédate… a cenar conmigo.
Esta vez… Doña Rosa la cocinera, había dejado un delicioso estofado, listo para saborearse. La cena fue solo el pretexto. Pues aquellos enamorados no perdieron oportunidad para nuevamente demostrarse su amor.
Tan pronto estuvieron solos… buscaron el lugar y momento oportuno… y nuevamente se hicieron uno mismo. Fue para ambos un placer incomparable… tener la oportunidad de sentir sus cuerpos al desnudo.
Las caricias eran insuficientes… ambos anhelaban la entrega total. El deseo y la pasión, los llevo a no poner límites… la habitación de Clarisa, fue testigo de esos momentos de entrega y placer…
Sin darse cuenta se quedaron dormidos por varias horas. Alexander despertó y al observar la hora, opto por retirarse. Temía que Esperanza pudiera enterarse de lo que momentos antes… había sucedido. Al voltear hacia Clarisa, notó que aun dormía profundamente. Tratando de no hacer ruido… opto por salir despacio, como el ladrón…
Un ligero beso en la frente de Clarisa, fue su despedida… nunca imaginó lo que estaba por suceder… y que marcaría de una manera dramática su vida.
Al salir de la casa atravesó la calle para tomar un taxi, cuando de pronto… fue envestido por un coche, que era conducido a gran velocidad. El tipo se encontraba bajo los influjos del alcohol; por lo que se dio a la fuga. No faltó quien llamara a una ambulancia. Alexander de momento, no traía documentos que lo identificaran. Por tanto… el servicio médico solo se limito a dar la atención necesaria… ingresándolo como paciente NN. (No Nombre) Su estado de salud era crítico… se encontraba grave, casi al borde de la muerte.

Capitulo 6

Capitulo 6
Odiar Es Fácil Cuando Piensas… Que Te Han Utilizado.

Clarisa asistió como de costumbre a la empresa, solo que esta vez…, se sentía con más ánimos que nunca. Esperaba encontrarse con el hombre del que se sentía profundamente enamorada. Con quien había compartido su cama y que momentos antes… la hiciera sentir que casi podía tocar el cielo.
Al llegar y no encontrar a Alexander, fue en busca de Adriana; la cuestionó al respecto… pero no recibió respuesta satisfactoria. Nadie sabía nada de él. Espero paciente por largas horas, los empleados concluyeron labores, por lo que poco a poco abandonaron la empresa.
Clarisa seguía ahí, esperando… pero fue inútil, pasaron las horas y el teléfono nunca sonó…

La desilusión
Clarisa esperaba una explicación por la ausencia de Alexander. Tenía un gran nudo en la garganta, sentía deseos de llorar…, de gritar… no entendía lo que estaba sucediendo… Recordaba los momentos de su entrega… y el vacío que encontró en su cama al despertar.
Sin explicación… Alexander había desaparecido.
Clarisa decidió buscarlo, pero no tuvo éxito. Al no imaginar lo que realmente había sucedido… no se dio a la tarea de buscarlo en hospitales. La desesperación por no saber nada de él, la hicieron segarse. Sus pensamientos se fueron a los extremos… Se sintió engañada, traicionada… su reacción fue de repudio, se armo de valor… y decidió no derramar una lágrima más… por quien consideraba que la había traicionado…, que había jugado con sus sentimientos.
Mientras tanto en el hospital… Alexander poco a poco mejoraba de su estado de salud.
El mayor problema, era el estado de coma en el que se encontraba.
Alicia, era el nombre de una de las enfermeras a cargo de la recuperación de Alexander. Se había dedicado en cuerpo y alma a sus cuidados. Le parecía que era un hombre bastante atractivo; por tanto… le intrigaba a gran manera, el hecho de que nadie se preocupara por buscarlo. Motivo por el cual, surgió en ella una necesidad imperiosa de atenderlo… y ayudarlo a su pronta recuperación.
Un sentimiento extraño se alojaba en su pecho… ternura, compasión, lastima…, tal vez amor… no lo sabía… Pero estaba decidida a apoyarlo para que lograra recuperarse.

Habían pasado ya tres meses del accidente de Alexander. Pero… no solo en ese hospital existía un dilema, pues a su vez… Clarisa recibió una noticia que hizo dar un giro total a su vida. Su entrega al amor tuvo consecuencias… en su vientre crecía un ser… resultado de aquel momento en que ambos decidieran amarse.

Para Clarisa no había sido nada fácil… sentía que el mundo se le había caído encima. No había vuelto a saber nada de Alexander. Además… para Esperanza, la noticia del embarazo fue muy dura… por lo que resintió en su estado de salud. No obstante a ello… Clarisa decidió llevar a término su embarazo. No le importo lo que la gente pensara… no reparó en murmuraciones…, solo se abocó a la empresa… y a su nueva esperanza de vida. Apenas comenzaba a notarse ligeramente su estado, así… transcurrieron dos meses más. Clarisa se encontraba en su quinto mes de embarazo. Fue sumamente difícil para ella sacar adelante los proyectos; pero al mismo tiempo fue una forma de mantenerse ocupada y alejar a Alexander de sus pensamientos…
Mientras tanto… en el hospital general. Alexander había salido del estado de coma. Los médicos simplemente lo consideraban un milagro. Mas su recuperación aun no era completa, presentaba pérdida de memoria… por ende…, requirió de permanecer un poco más de tiempo en el hospital.
Así comenzó a tratar a Alicia, le estaba muy agradecido por los cuidados y atenciones… que ella tenía para con él. Le parecía que era una persona admirable, por dedicarse tanto tiempo a un paciente que apenas conocía…

Poco a poco la nube en la cabeza de Alexander se fue evaporando… dando paso a ligeros recuerdos. Solo que se sentía confundido… recordaba a sus padres, su infancia y a su difunta esposa. En su mente se proyectaban sombras… e imágenes de la empresa…, así como de Clarisa. Solo que Alexander no podía ubicar ciertamente las cosas. Así, permaneció un tiempo más en el sanatorio. Cuando logró recuperarse totalmente, entendió todo lo que había pasado. Su reacción inmediata, fue ir en busca de Clarisa. Solo que Alexander no imaginó todo lo que había sucedido desde su accidente.

El rechazo.
Tan pronto fue dado de alta, se presentó en la oficina de Clarisa. Se sorprendió mucho al verla casi en la culminación de su embarazo; aunque algo por dentro le gritaba que ese hijo, que Clarisa llevaba en su vientre era de él. La reacción de Clarisa, fue desconcertante para Alexander. Sin miramientos ordenó que lo sacaran de su oficina. No le dio oportunidad de explicar nada… en su corazón se había albergado un profundo desprecio por aquel hombre, del que se sentía traicionada… y utilizada…
Alexander no podía creer lo que estaba sucediendo. El ultimo recuerdo que tenía de Clarisa, era en sus brazos… haciéndola suya. Recordaba el beso con el que se despidiera de ella. Y después… el accidente que lo llevara a pasar ocho meses en un hospital.

En el estacionamiento de la empresa se encontraba Alicia; quien amablemente aceptara llevar a Alexander a su reencuentro con Clarisa. Pero ni siquiera sospechaba, la forma en que fuera tratado… ya estando juntos… se extraño de ver que en el rostro de Alexander, se reflejaban lágrimas de angustia y dolor.
— ¿Por qué llora?... —Preguntó Alicia.
Alexander no podía siquiera concretar palabras, no entendía lo que estaba pasando. ¿Por qué Clarisa parecía odiarlo?... ¿Por qué no lo buscó… y ni siquiera quiso escucharlo? En su mente todavía algo confundida… trataba de ubicar si había algo que el aun no recordaba… y que mantenía a Clarisa en ese estado… de agresividad contra él.
Además… su embarazo… se esforzaba por tratar de recordar algo más… pero fue en vano… nuevamente Alicia le cuestionó:
— ¿Qué le pasa Alexander?... ¿puedo ayudarle en algo?...
Al fin, Alexander respondió:
—Salgamos de aquí.
—Pero… ¿a dónde lo llevo?...
—Yo… me… hospedaba en el hotel Royal. ¿Puede hacerme el favor de llevarme ahí?
Alicia no dudó un solo instante.
—Claro que sí.
Encendió su automóvil y salió rumbo al hotel. Al llegar, Alexander se dirigió a la administración. El gerente lo recordaba muy bien.
—Sr. Que gusto verlo, pero… no me explico ¿Qué pasó?..., ¿Por qué abandono el hotel y no dio señales de vida?... ha pasado mucho tiempo…
—Es una larga historia Frederick.
No es que recordara su nombre… el gafete que el gerente portara, fue lo que ayudo a Alexander.
—Y dígame… ¿En qué puedo ayudarlo Sr. Escalonar?
—Quisiera saber… ¿qué es de mis pertenencias… y cómo quede con ustedes en cuestiones económicas?
—No se preocupe Sr. Una Señorita, muy guapa por cierto. Pago su adeudo. Y me pidió como un favor muy especial, que conservara todas sus cosas, hasta el día en que usted viniera a recogerlas. Aun están en el sótano. Si gusta, mando traerlas enseguida.

Alexander lo pensó por unos instantes… de momento no tenía dinero… no podía optar por quedarse nuevamente ahí. Sabía que al recuperar sus pertenencias, encontraría sus tarjetas de crédito y debito. Pero… aun tenia huecos en su memoria, de momento no recordaba sus claves personales. Alicia lo observaba…, se daba cuenta de su estado de ánimo. Incluso de su gran preocupación y dolor… al instante intervino.
—Alexander, le suplico me permita ayudarlo. No fue nada fácil su recuperación. Si se presenta una recaída, puede ser muy peligroso. Por favor, deje de atormentarse… realmente no sé lo que pasa, pero le ofrezco venga conmigo a mi departamento. Recuerde… soy enfermera… y estoy muy bien enterada de su estado de salud; por lo que sabré que hacer… de presentarse cualquier complicación.

Alexander no pudo despreciar la oferta de Alicia. Después de todo… ella tenía razón.
El comenzaba a sudar excesivamente y temblaba, como si su cuerpo estuviera congelándose. Se apreciaba un color pálido en su rostro.
—Muy bien, iré con usted. No quisiera darle molestias, pero… en este momento no tengo muchas alternativas… le agradezco infinitamente Alicia.
—No hay nada que agradecer… ande, vamos...

Tras recoger las pertenencias de Alexander, se dirigieron nuevamente al coche. Alicia condujo hasta su departamento, que se encontraba algo retirado de la zona céntrica. Alexander hizo una observación al respecto.
— ¡Vaya! está un poco retirado... ¿No le cansa manejar diario, este recorrido?
Con una ligera sonrisa, Alicia le respondió.
—La verdad, ya me acostumbre. Además… no siempre manejo, en algunas ocasiones viajo en bus. Así descanso y a la vez ahorro en gasolina.
Alexander sonrió.
—No sabía que además… de enfermera, fuera economista.
—Bueno, cuando una es madre soltera, aprende muchas cosas… entre ellas a administrarse.

Nunca antes Alexander y Alicia habían hablado de algo personal. Su relación todo el tiempo fue de paciente y enfermera. Fue hasta ese momento que Alexander reaccionó.
—Alicia perdóneme, le he dado tantos problemas… realmente no nos conocemos y sin embargo; usted ha sido demasiado amable conmigo. Primero en mi recuperación… y ahora en esta situación en la que la he involucrado. Además… de no haber sido por usted que arregló todo para que me dejaran salir del hospital.
Alicia lo interrumpió.
—No hay nada que perdonar Alexander, yo solo hago lo que me nace hacer… nunca actúo por obligación. Prueba de ello… es que ahora estoy sola.
En ese instante llegaban al departamento.
— ¡Bien, hemos llegado!... ¡Venga Alexander, pase!...

El departamento de Alicia era pequeño; pero muy acogedor. Tenía exactamente lo necesario para vivir tranquilamente. Una sala pequeña, un comedor para cuatro personas, todo evidenciaba… una familia no muy numerosa.
Apenas habían entrado, corrió a los brazos de Alicia, una linda niña de escasos cuatro años de edad. Una mujer madura salió de la recamar tras la niña.
—Ven para acá Lucy. ¿Qué haces?... Tu mami viene cansada.
—Déjela Toñita. Yo también tengo ganas de abrasarla. ¿Cómo estas mi amor?
— ¡Bien, mami! , ¡Te extrañe mucho!... Mira ven… te voy a enseñar mi trabajo que hice en el kínder.
En ese momento la niña sintió curiosidad.
— ¡Oye mami!... ¿quién… es él?—. Señalando con su dedito a Alexander.
—El… es un amigo hijita y va a quedarse unos días con nosotras.
Doña Toñita los miro de una forma que denotaba intriga. Desde que el esposo de Alicia la abandonara… hacía ya casi dos años. Ella no había vuelto a salir con nadie más… y mucho menos… había llevado a un hombre a su casa.
—Si, Toñita. El señor se llama Alexander y se quedara unos días en esta casa.
La mujer bajó la cabeza, entendió que ella no debía entrometerse en las decisiones de Alicia.
—Señora disculpe, ya tengo que retirarme.
—Muy bien, la veo pasado mañana. Y muchas gracias por cuidar de mi hija.
— ¿Qué agradece señora?... Sabe que lo hago con mucho gusto, Lucy es una niña encantadora.
Toñita se despidió de Alicia, de Lucy e incluso de Alexander.
—Con su permiso Sr.
Era obvio que la mujer sentía desconfianza de ese hombre. Se había encariñado tanto con Lucy y Alicia, que las consideraba su familia. Para Alexander no pasó por desapercibido.
—Alicia que pena, en verdad no quisiera darle molestias.
—No se preocupe más, ande… póngase cómodo.
Lo invitó a sentarse en un sillón de la sala. Tomó sus maletas y se encamino hacia una de las recamaras. Alexander pudo observarla desde donde se encontraba sentado. No podía entender ¿Por qué esa mujer lo ayudaba de tal manera?... Alicia volteó hacia Alexander.
—Esta va a ser su recamara los días que guste estar con nosotras. «Los días que guste estar con nosotras»… —Esas palabras acababan de salir de boca de Alicia. Estaba invitando a un hombre extraño a su casa. No lo conocía de su pasado… pero el tiempo que lo trató en el sanatorio, le bastaba para saber que no era una mala persona… o, al menos… es lo que ella quería creer.
Alexander nuevamente le agradeció con una tierna sonrisa
—Mamá… ¿Vas a venir a ver mi trabajo?
—Ya voy, haber mi chiquita, muéstrame lo que hiciste.

Por unos instantes Alexander se quedo solo en la sala. El cansancio y las secuelas de su enfermedad, lo llevaron a quedarse dormido en el sofá; que en esos momentos le parecía muy cómodo y acogedor.
Por la hora que era Lucy ya había merendado… por lo que después de un rato de juegos se quedo dormida. Alicia la arropó y salió de la recamara, tratando de no hacer ruido.
Le pareció muy conmovedor encontrar a Alexander dormido como un niño desprotegido.
Se acercó a él observándolo por unos instantes… no pudo evitar un suspiro… El estaba en su casa, dormido en su sofá. Y ahora dependía tanto de ella.
Alicia contaba ya con treinta años de edad, no era muy bonita, pero… había una gracia natural en ella. Además… inspiraba mucha confianza y tranquilidad.
No fue capaz de despertar a Alexander, prefirió dejarlo ahí dormido. Mientras tanto… ella decidió quitarse de encima, el estrés de todo un día de trabajo. Tomó un baño para reconfortarse, después se vistió con ropa ligera… de descanso. El sostén que llevara puesto debajo de la blusa de seda, era de encaje, en un color rojo vivo, que lucía muy bien en su piel blanca.
Al salir del cuarto de baño se encontró con Alexander.
— ¡Oh… me asusto!...
—Perdone Alicia, no era mi intención.
—No se preocupe. ¿Le pasa algo Alexander?...
—No, solo que me siento algo mal.
—Haber… déjeme tomar su temperatura.
Alicia busco en su maletín, preparó el termómetro y lo colocó debajo del brazo de Alexander. No era la primera vez… que lo hacía, más bien… fue su tarea durante varios meses en el sanatorio.
Solo que ahora el estaba en su casa, a su lado…, sin el personal médico desfilando por todos lados… se sintió un poco nerviosa. Alexander pudo notarlo.
— ¿Te pasa algo Alicia?
— ¿A mi…? No… no me pasa nada…
Dejó el termómetro por unos instantes… para después nuevamente tomarlo y leer la temperatura de Alexander.
—Bien… tienes algo de fiebre… necesitamos bajar esa temperatura; báñate mientras yo busco los medicamentos que debes tomar.

Alexander la obedeció al instante, como si hubiese sido una orden. Tomó de su maleta algo de ropa cómoda. Y se dispuso a tomar la ducha. Después de pasar buen rato bajo el agua de la regadera, concluyó su baño y Salió en busca de Alicia. Ella… lo esperaba en el desayunador.

—Estos son tus medicamentos; pero…tal vez… prefieras cenar primero. Te preparé un bocadillo.
—Ya no me hablas de usted.
—Perdón — Alicia se disculpó.
—No. ¿Por qué te disculpas? Me agrada mucho que lo hagas, de hecho… yo comencé desde hace un rato, por si no lo notaste…
—Es verdad, tal vez… por eso surgió la confianza. Pero… anda siéntate y cena antes de que se enfríe.
—Mira que con tantos cuidados y atenciones… me vas a mal acostumbrar… Pero en verdad te lo agradezco mucho.
Alexander tomó las manos de Alicia y las llevó a sus labios, para luego dar un tierno beso… a manera de agradecimiento.
Alicia se sintió estremecer… ese delicado beso en sus manos, fue algo que nunca espero recibir… tenerlo tan cerca, con sus manos en las de él… y esa mirada de Alexander, provocaron que un calor recorriera todo su cuerpo.
El encaje de su sostén y la seda de su blusa, no fueron suficientes para ocultar sus pezones erguidos por la excitación que Alexander provocaba en ella.
No era la primera vez que le pasaba algo así con Alexander; pero su traje de enfermera y su chaleco, siempre le ayudaron a ocultar tal reacción. Esta vez Alicia no llevaba tal, vestimenta… por lo que Alexander pudo observar claramente… como se alzaban sus pezones, de una manera muy insinuante… ambos optaron por ignorar la situación.

—No… haz probado bocado Alexander, cena por favor.
Alexander se quedo en silencio… y comenzó a saborear el platillo que Alicia le había preparado.
— ¡Cocinas excelente!—. Exclamó Alexander.
—Gracias… pero aun te falta mucho por conocer de mis platillos. Esta mal que yo lo diga… pero tengo fama de ser muy buena cocinera. —Ambos comenzaron a reír.

—Y bien… ahora tú postre Alexander. —Alicia le acercó los medicamentos. La mirada de Alexander fue de asqueo.
—Ya sé que los odias; pero… pronto vas a dejar de tomarlos. Por ahora los necesitas… mira como te pusiste hoy. Aunque más bien… creo que fue por la tensión que te provocó la visita que realizamos esta tarde. ¿Qué fue lo que pasó?... Disculpa que me inmiscuya en tu vida. Pero… me gustaría saber… ¿qué fue lo que te altero tanto?... y sobre todo… ¿qué te hizo llorar de esa manera? —Inconscientemente… Alicia pasó su mano por el rostro de Alexander, como si tratara de borrar la expresión de angustia que en él existía.
—Perdona Alexander. —Al momento se disculpó.
—No Alicia, soy yo quien debe pedirte disculpas por arrastrarte a mis problemas…
Apenas me conoces, me has dedicado tanto de tu tiempo y ahora mírame… en tu casa, dándote más molestias…
—No es así…, ya deja de preocuparte. Concéntrate en tu recuperación y recuerda que para mí es un gusto poder ayudarte. Te vi entrar al hospital, casi al borde de la muerte. Te he visto recuperarte… y creo que si luchaste tanto por aferrarte a la vida… lo menos que puedes hacer ahora, es valorar que lograste vencer a la muerte.
Si por ahora aun estas aquí, lo más probable es que aun tengas mucho que hacer… mucho por dar… y recibir. No te cierres a las oportunidades Alexander…
Las palabras de Alicia lograron entrar en lo más profundo de los sentimientos de Alexander. No sabía exactamente lo que contenía ese mensaje; pero él comprendió que no podía darse por vencido, que tenía que hablar con Clarisa; aclarar todo lo sucedido y así… revivir el amor entre ellos.
Después de terminar la cena, Alexander agradeció a Alicia y ambos se retiraron a descansar.
— ¡Hasta mañana Alexander!...
— ¡Que descanses Alicia!...